domingo, 24 de febrero de 2013

Usagi Drop me robó el corazón





Ya María nos hablaba en su hermoso post sobre las familias que uno escoge: los amigos. Y en ese mismo sentido se encuentran las personas que el destino trae a nuestra vida y se convierten en parte de nuestra realidad, aquellas personas con los que creamos lazos incluso más fuertes que los familiares.

Para muestra basta echarle una mirada a Usagi Drop (2011), creado por Yumi Unita. Este anime cuenta la historia de Daikichi, un hombre de 30 años, soltero, que lleva una vida un tanto monótona centrada en su trabajo. Después de morir su abuelo, su familia se entera de que éste tuvo una hija ilegítima de 6 años, Rin. La familia no sabe qué hacer con ella, pues nadie se quiere hacer cargo ya que la consideran una vergüenza. Es entonces que Daikichi, al ver molesto la actitud de sus familiares, decide hacerse cargo de la pequeña Rin él sólo.

Y es así que esta pareja tan singular comienza una aventura donde tendrán que compartir sus vidas para poco a poco empezar a convertirse en una familia. Daikichi, que hasta ese momento no se había hecho cargo de nadie, tiene que cuidar de una niña que se muestra tímida, triste y sola. Al principio todo resulta sumamente difícil, incluso tareas sencillas como ir a comprar ropa. Es obvio que el agobiado Daikichi no sabe cómo tratar a una niña pequeña por lo que todas estas situaciones son muy cómicas y cargadas de humor. 


El día a día de Daikichi y Rin transcurre entre escenas cotidianas: ir a la escuela, preparar la comida juntos, salir de compras, paseos en el parque, días de escuela. Podría decirse que es un slice of life donde enfrentar los problemas comunes de la vida es el principal conflicto. Pero no, es mucho más que eso. Principalmente porque estos dos tienen que empezar a conocerse “de golpe”, aprender a vivir juntos, reconocerse el uno al otro. Es precisamente en ese proceso de conocimiento donde los vemos crecer como personas. Rin poco a poco pierde la timidez para convertirse en una niña alegre y juguetona (adorable a más no poder) que se va ganando el cariño de todos, incluso de los que no la querían al principio. Daikichi, por su parte, encara la adultez (esos temidos treintas) con una responsabilidad que llena el vacío que tenía su vida: la paternidad.

Y es que la paternidad que Daikichi asume es una paternidad fortuita, elegida y que se va construyendo diariamente, a base de prueba y error. Los lazos que los unen son más que sanguíneos (dado que ella viene siendo su tía); son lazos forjados en la convivencia, en la aceptación del otro, en la confianza. Rin no tenía a nadie más en el mundo, se encontraba desprotegida y a la deriva; Daikichi aparece entonces como la figura paterna de la que carece, como su protector. De ser dos completos extraños en poco tiempo pasan a ser una familia; una muy singular, pero amorosa.


Uno de los grande aciertos de este anime es precisamente éste, el mostrar otro tipo de familias aparte de las tradicionales, ir un poco en contra de la familia nuclear que está tan arraigada en sociedades como la japonesa. Usagi Drop nos muestra a las otras familias, aquellas en las una sola persona se encarga de los hijos, como el caso de Daikichi; o como el caso de Nitani, la madre de Kouki -el mejor amigo de Rin- quien está divorciada y tiene que sacar adelante a su hijo ella sola.

Es por eso que este anime me parece maravilloso, no sólo porque retrata de forma realista la relación entre un niño y un adulto, una madre y un hijo, los abuelos y sus nietos, los amigos; sino porque en el fondo tiene un mensaje de tolerancia y respeto a estos nuevos modelos familiares. Dejando claro que aquel lugar donde hay amor puede ser llamado hogar.

Y al final de cuentas Rin y Daikichi son dos personas curándose las heridas del pasado y descubriendo que el mundo puede ser un lugar hermoso si tienes alguien a tu lado.



domingo, 10 de febrero de 2013

One Piece, la familia


Habría que hablar, aunque sea por esta ocasión, del consuelo valioso que el anime ofrece respecto a la familia ausente. Esa de la que todos nos dolemos: el padre desobligado, la madre que no sabe ser madre; los hermanos con los que no se tiene nada en común; el vacío de aquellos parientes que nunca conocimos, los que nunca tuvimos. Los muertos… Ahora no me viene a la mente ningún anime en el que la familia sea el eje central de la historia, en el que siquiera los miembros de la familia nuclear estuvieran completos. Curiosamente, si llega a haber una familia en la que no se ha extraviado ya uno de sus integrantes, el protagonista es quien parte en busca de algo más, dejando ese hogar gratuito en el pasado.

Esta característica suele pasar desapercibida, tal vez por lo que de natural tiene, por inevitable. Para preservar la familia, el grupo, es necesario desprenderse de la cuna que nos acoge y construir nuevos vínculos. La red debe ser extendida para evitar el desgaste que el tiempo produce en ella, para resanar el desgarre de sus hilos hechos de afectos humanos.

En el anime esta búsqueda se presenta bajo las condiciones más diversas. Entre las más comunes -habitando la casa vecina o asistiendo a la misma escuela- está la amistad. Los amigos son la familia que nosotros elegimos, la que nos comprende mejor. Sus miembros tienen la misma edad o, por lo menos, participan de intereses primordiales similares. El amor, las risas compartidas, dan origen a este tipo de familia. Necesaria para tantos. Aunque no para todos.

También están aquellos que nacen con una misión en la vida. Un talento que les requiere en primer grado, por encima de lo que puedan compartir con sus consanguíneos. Este tipo de personaje (de persona) precisa perfeccionar su talento y para lograrlo demanda de un profesor, de contrincantes poderosos, de camaradas entrañables que configuren y sostengan el mundo exclusivo en el que se puede desenvolver con plenitud.

También están las familias circunstanciales. Aquellas que nos provee el destino según el lugar y la época en la que nos tocó vivir: el escuadrón que pelea en la guerra; los pacientes que salva un médico; los integrantes de un equipo de futbol; aquellos que asisten al mismo bar; a los que nadie más quiere; los inmortales; la tripulación de un barco… Por ejemplo, este último caso, la familia que conforma la tripulación de un barco, es la bonita familia que se retrata en One Piece.

El anime, a grandes rasgos, cuenta la historia de Monkey D. Luffy, quien quiere convertirse en el rey de los piratas y que, para conseguir dicho objetivo, antes que nada debe de hacerse de una tripulación confiable que lo respalde y lo acompañe en su travesía por el mar. Al primero que conoce es a Roronoa Zoro, un hombre disciplinado y honorable, hermano confiable que desea convertirse en el mejor espadachín del mundo. Los sueños de ambos combinan a la perfección. Después vendrá Nami, la navegante extraviada, la huérfana, aquella que les puede guiar a través de cualquier situación y lugar porque es una gran observadora. Una compasiva niñera y ladrona. El cuarto miembro en unirse a la tripulación es Usoppu. No es especialmente talentoso pero, es gracioso; de buen corazón. Así, de alguna manera se torna útil; él, constantemente, dimensiona el peligro de las situaciones a las que se enfrentan. Sanji es el quinto miembro en aparecer, el cocinero. El anfitrión que fuma copiosamente y se desvive en alimentar con cuidado a la tripulación, de proteger a las féminas en peligro. Y ya, para no hacer el cuento largo, en breve diré que la tripulación se termina de conformar con la llegada de Chopper, el médico; Robin, la sabia historiadora; Franky, el ingeniero y carpintero del barco y; por último, Brook, el músico (no podía faltar).

Cada uno de los personajes aquí mencionado -en su muy particular forma de ver la vida- encaja a la perfección dentro de la travesía planteada por Luffy. Si bien las dicotomías hacen apariciones constantes (el bien y el mal, la justicia y la injusticia, el nacimiento y caída de los héroes) juntos conforman el valioso ensamblaje de una pieza: la familia que se hace compañía y se soporta.

Que afortunados son. Pase lo que pase, les sucede codo a codo. De esta manera, el dolor de estar vivos no puede competir con el consuelo que provee el tener con quien compartirlo. Esto suena a algo agradable de ver ¿no? De observar el cómo es que se hace una familia. Y lo digo en base a los hechos:

One Piece, hasta el momento, se compone de 583 capítulos (más los que faltan, probablemente otros cientos más); se transmite por televisión desde 1999, hace más de 14 años; el manga se publica desde el 97 y, además, es de los más vendidos en Japón -quizás, también, uno de los más conocidos alrededor del mundo-.

No creo que sea una casualidad el que, para comprender una historia que trata la conformación de un grupo tan hondo, tan indispensable para sus integrantes, como lo es para todos, sea necesario que pase más de una década.

¡Ah, el anime! Tan real.


lunes, 4 de febrero de 2013

Una mirada melancólica

Entre otras cosas, este blog se trata de que quienes nos leen se aventuren a ver alguna de las series que sugerimos y compartamos nuestras impresiones. Así, atendiendo a lo que mis compañeras han reseñado ya, mi want-to-watch-list se ha vuelto más y más grande.

Entre las ya comentadas hay una que estoy disfrutando mucho y no es otra que Hunter x Hunter

En aquella primera reseña María habló de Gon, el personaje principal, resaltando con elocuencia las cualidades que lo hacen encantador. Su bondad natural, su mente abierta y sin prejuicios, su talento para resolver las dificultades que se le presentan. Todo eso es cierto, desde luego.

Hunter x Hunter tiene una gran variedad de personajes y muchos de ellos tienen encantos particulares pero hay uno que ha atrapado mi mirada los últimos días: Chrollo Lucilfer, el jefe de la Phantom Troupe.



Llevo días pensando en él obsesivamente, como si estuviese enamorado. Para contextualizar, y perdón por el spoiler, la Phantom Troupe es una pandilla de ladrones y asesinos cuyo poder hace temblar a los jefes de la Mafia. Son sólo trece miembros y Chrollo, en tanto jefe, es el número uno. Su aspecto es ominoso, terrible pero bello. Parece conservar siempre el control de sí mismo e ir un paso delante de todo. Es, desde luego, brillante. No voy al día con la serie (y no leo el manga), entonces no sé cuál es su pasado, sus intenciones, sus motivaciones. Pero lo que sí puedo decir es eso que me atrapa: su mirada melancólica. A través de ella intuyo una historia triste, un impulso que ni los robos ni la muerte consiguen acallar.

En nuestro primer post se habló de aquello dicho por Satoshi Kon acerca del centro de gravedad de los personajes, de la forma en que caminan. Yo agregaría la mirada: la manera en que se comunican en silencio con el mundo al tiempo en que lo absorben. Los ojos de Chrollo me dicen que está alerta a lo que sucede a su alrededor pero que esto nunca es más importante que lo que hay en su interior. Sus lágrimas no hacen más que acentuar mi percepción.


Pocas veces he visto en una animación una mirada que me sugiera tanto con tan poca información. Tanto de la Phantom Troupe como del propio Chrollo, casi todo son rumores. Se dice que vienen de la ciudad cuya existencia es negada, lo que explica la cohesión especial que existe entre sus miembros. El mundo los niega pero entre ellos se reconocen y, aunque no lo admitan, se quieren. Una forma de amor sencillo, que no necesita pronunciarse.

Hunter x Hunter, basada en el manga de Yoshihiro Togashi, es dirigida por Hiroshi Koujina (Rainbow – Nisha Rokubou no Shichinin), producida por el estudio Madhouse (Hellsing Ultimate, Kobato, Monster, Paprika, Trigun, entre muchos otros) y aún está en transmisión; lleva poco más de 60 episodios.
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