lunes, 28 de enero de 2013

La búsqueda eterna de la actriz milenaria



Me voy a atrever a afirmarlo (y ustedes perdonarán tal atrevimiento) pero creo que Satoshi Kon es un genio.  Pero para no caer en facilismos mejor diré que  sus películas, al menos las que yo he visto, son maravillosas visual y narrativamente.

Perfect Blue (1997) es un thriller psicólogico que despierta nuestros temores y paranoias más profundas; Paprika (2006) es un viaje onírico, un desfile visual que nos hipnotiza de principio a fin. Ambas son grandes, ambas tienen protagonistas femeninos tan complejos y bien estructurados que logran atraparnos.

Pero si hablamos de personajes femeninos, nadie ha tocado tan fuerte mi corazón como la actriz milenaria. Y es ahí a donde quiero dirigir este post.


Millennium actress (2001) cuenta la historia de Chiyoko Fujiwara, una reconocida actriz japonesa que, en la actualidad, lleva más de 30 años apartada de los escenarios viviendo aislada de la sociedad, como una ermitaña. Genya Tachibana, junto por su apático camarógrafo Ida, la visitan en su casa con el objetivo de entrevistarla. Ella los recibe y se dispone a contarles “su historia”; pero antes, Genya le entrega una llave que encontró hace años en un estudio de grabación. Justo en el momento en que Chiyoko toma la llave ocurre un terremoto.

Esa es la llave que nos abre la puerta a sus recuerdos.

El relato de su historia comienza desde su nacimiento, durante el gran terremoto de Kanto; después la vemos crecer hasta convertirse en una joven que es descubierta por los estudios Ginei, quienes le proponen convertirla en actriz. Es precisamente en esta etapa de su vida que conoce al “joven misterioso de la llave”, un pintor, rebelde del gobierno, que estaba siendo perseguido por la policía y  al que ella ayuda a ocultarse. Durante ese corto tiempo en que “coinciden” se enamora de él y prometen encontrarse después de que pase la guerra. Al día siguiente el joven perseguido huye a Manchuria. Chiyoko sólo encuentra la llave que el pintor traía en el cuello: la llave para la cosa más importante que hay.


Y es así como empieza la búsqueda incansable de Chiyoko por encontrar al joven pintor. Nos adentramos en sus recuerdos y, al igual que Genya e Ida, nos convertimos en cómplices de su odisea.  Es así que la película se convierte en un viaje vertiginoso, donde el pasado de la actriz se mezcla con escenas de cada una de sus películas. Este salto, este ir y venir entre las memorias y la ficción de sus filmes, es tan rápido que todo se vuelve brumoso, como un sueño. La línea entre ficción y realidad es tan delgada que se pierde entre las actuaciones magistrales de Chiyoko.

Es por eso que lo maravilloso de Millennium Actress es precisamente su estructura narrativa, o mejor dicho metanarrativa. Aquí Kon reconstruye el pasado de la protagonista a través de una secuencia de escenas tomadas de los filmes de la actriz; los diálogos ficticios de las películas de Chiyoko calzan casi perfectamente con sus recuerdos. Nosotros, como espectadores, lo vemos todo a través de los ojos de Genya e Ida, los cuales son insertados en la ficción del recuerdo como espectadores también. Genya interactúa con la Chiyoko del pasado y con la Chiyoko de los filmes; a su vez, Ida nunca deja de grabar con su cámara portátil. Todos estos saltos en la narración, estos juegos entre lo ficticio y lo real –aunado a la música y a la animación- dan como resultado una obra cinematográfica simplemente hermosa. 

Además, en esta película Kon da un recorrido por la historia del cine, pero más importante, por la historia de Japón. Nuestra actriz recorre, en su búsqueda incansable, el periodo de la Segunda Guerra Mundial –con todo y sus bombardeos y destrucción- y la época de la Posguerra. Con esto Kon lucha contra el olvido de la historia reciente de las nuevas generacione, de ese pasado sin digerir que muchos pretenden olvidar. De hecho, el director ha admitido que la ignorancia del pasado que muestra el personaje de Ida se basa en su propia ignorancia que tenía antes de empezar a trabajar en la película; es por eso que resulta cómico (y aterrador) cuando Ida y Genya llegan al Tokyo destruido por los bombardeos y el ignorante camarógrafo dice: ¡Es Ciencia Ficción! 

Pero después de todo Millennium actress es una historia de amor; la historia de la búsqueda eterna del ser amado, del que incluso ya empieza a olvidar su rostro. Chiyoko se aferra a un amor del pasado, a un fantasma que quizá ya no existe. Pero eso no importa, porque al final de cuentas “The part I really loved, was chasing him”.



Si después de leer esto les entraron unas ganas locas de ver esta película, lo pueden hacer online desde acá.







lunes, 21 de enero de 2013

Los episodios


Un día hablando con Carlos (a.k.a. @rufianmelancoli) me recomendó leer un libro de Stephen Gilman “La novela según Cervantes”. Un poco me entusiasmó con eso de que el Quijote y Huckleberry Finn vendrían siendo como hermanos.  Y es que, Carlos y Gilman, dicen que la aventura va de la mano de la experiencia, pero hay grandes diferencias. La primera es autocontenida y hermética, mientras que la experiencia es la reflexión de lo acontecido o narrado.

Como pude, saqué el libro de la biblioteca (con todo y temblor de 7 grados del año pasado que casi lo impide) y me lo llevé a un largo viaje, que claro, parecía un poco una aventura que se acumuló en experiencia. Con este post no me propongo trasladar el bonito ensayo de Gilman, o que Carlos por fin vea anime (un poco sí), sino rescatar un poco esos momentos (y personajes) episódicos sublimes que llevan a algunos de mis animes favoritos a construir una experiencia muy sólida.

Quiero recomendarles tres episodios de tres animes muy queridos. He escogido episodios autocontenidos, que no les dan muchos spoilers de un anime, pero que en su independencia dan fe de la construcción de los personajes y que al verlos los puede incentivar a ver toda una serie.

1.       Monster. Episodio 18: "Cinco cucharadas de azúcar"
Monster tiene varios episodios de este tipo. Episodios que nos presentan personajes que quizás no volvamos a ver. Todos son muy bellos, sin embargo este es mi favorito. Nos presenta un personaje redimido de su pasado, un pasado donde él señala ha perdido su humanidad. Todo a través de la narración de un hecho muy simple: tomar café con cinco cucharadas de azúcar. El sabor del azúcar que recuerda la humanidad de alguien que no es un mercenario, es el eje central. El episodio está construido y narrado en varios tiempos. Un presente que incluye que Nina Fortner se reencuentre con, Mr. Rosso, su exjefe del restaurante italiano donde ella fue mesera y un actual, donde él la encuentra luego de que ella está huyendo. En este encuentro (con café incluido), los dos viajan al pasado donde él fue su jefe y,  él es capaz de reconocer su propio aún más pasado. Es, simplemente, bello.



Nota: es mejor si lo empiezan a ver desde el minuto 2. Así no hay nada de spoilers, como aquí.


2.       Ghost in the Shell: Episodio 3. “Android and I”.
Una serie de “suicidios” de un cierto tipo de androides empiezan a ocurrir. ¿Son suicidios si son androides? El motivo es un aparente virus, diseñado por un joven que posee uno de estos androides tipo “Jery”, del que está enamorado. Es un capítulo emblemático porque incluye la discusión de toda la serie de cuál es la barrera entre lo humano y lo artificial, y que es lo que está vivo y no.


Aquí en youtube


3.       Cowboy Bebop. Episodio 17: “Mushroom Samba”
Si hay un anime escrito para que sus capítulos sean autocontenidos, es Cowboy Bebop, el cual Tania ya nos ha reseñado acá. Supongamos que no sabe de qué va Cowboy Bebop, pues no importa: una tripulación de gente tiene hambre y su nave se avería y tiene que ir por comida. El resto de la historia se cuenta sola. Este capítulo es memorable. Primero porque TODOS los personajes, incluido el perro, se lucen y se dan un chance de ser menos aprensivos y muestran su unidad como familia.  También es un episodio donde hay muchos cameos y guiños de Watanabe al cine, como un personaje muy parecido a Jackie Brown.



Aquí en anime.id el capítulo completo.


lunes, 14 de enero de 2013

La terrible utopía, Psycho-Pass

Psycho-Pass (Production I. G, 2012) es una opción interesante. Fuera de los géneros más difundidos y fáciles de ver -comedias, amor, romance, batallas, deportes, escuela, etc.- logra mantener una independencia intacta dentro de lo oscuro, futurista, sangriento y estresante.  


La historia ocurre en un futuro próximo trastornado por el desarrollo tecnológico -comprensiblemente- pero, retorcido a partir de un descubrimiento muy puntual: de alguna manera han conseguido armar escáneres que miden y cuantifican la personalidad y el estado mental de la gente. El llamado Psycho-Pass (por el cual toma su nombre la serie) es instalado en el cuerpo de las personas y funciona como un dispositivo de almacenamiento de información psicológica y biológica. Cuando los estándares de comportamiento de un individuo se ven alterados, aunado a sus intenciones y pensamientos, la información almacenada dentro del Psycho-Pass se coteja con el índice de “Coeficiente de Criminalidad” y, si este resulta ser peligroso, los miembros de la Oficina de Seguridad Publica e Investigación Criminal obtienen permisos ya sea para perseguirle, detenerle e incluso, utilizar fuerza letal. Con esta metodología se pretenden alcanzar niveles altísimos de prevención del crimen… Es curioso, pareciera como si lo hubieran logrado, una sociedad casi utópica, sin embargo, los criminales que logran evadir el sistema, son criminales a prueba del mismo sistema, tipos insanos, de mucho cuidado. La paradoja es muy seductora para el espectador. 

Es complejo hablar de las particularidades y los detalles bajo los que se rige el funcionamiento del Psycho-Pass; hasta el momento, no tengo muy en claro su sistema operativo pero, como sucede con las buenas obras de ciencia ficción, la omisión de algunos datos acerca de la construcción de un entorno futurista es completamente comprensible. No es que sean datos irrelevantes, es que su razón de ser es equivalente a nuestra incomprensión, son cosas que están fuera de nuestro tiempo.

Por otra parte, de lo que si puedo hablar es del armamento que utilizan los personajes de Psycho-pass. Programaciones básicas que dan cuenta de qué tan peligrosos son los monstruos que esas armas deben combatir y, por ende, del tipo de historia ante la que nos encontramos.

El arma por excelencia con la cual cargan los “oficiales de policía” -supervisores y ejecutores- es el “Dominator” (este nombre no es ninguna casualidad). Si el arma es apuntada, automáticamente, su sistema calcula el nivel de criminalidad que el objetivo posee. Solo si dicho nivel es excesivo será posible disparar el arma. Por el contrario, si los niveles no exceden ningún parámetro de riesgo, el arma se bloquea.

 
El Dominator tiene tres modos: The Paralyser, Eliminator, y Lethal Decomposer. El primero, como su nombre lo indica, funciona para capturar sospechosos. Únicamente los paraliza; inclusive pudiera no tener efecto si a quien se le dispara se encuentra bajo el efecto de alguna droga estimulante. El segundo modo, Eliminator, provoca que el cuerpo de las personas explote en pedazos (en su uso recaen las escenas más sangrientas del anime). Y por último,  el tercer modo, Lethal Descomposer, se utiliza para destruir cosas no vivientes, como androides y robots. Cuando un oficial utiliza este modo, la carga produce que la materia se desintegre al contacto. Pues bien, la pregunta que me desvela por las noches es ¿en dónde se encuentra la línea que divide el uso del Paralyser y del Eliminator? Es intrigante porque ahí se encuentra la programación de un sistema moral que decide entre la vida y la muerte. Un sistema que, más allá de jurados humanos, es establecido por una máquina que interpreta el cuerpo de las personas.

El primer capítulo de Psycho-Pass explica de forma muy clara el uso del Dominator, además, señala a la perfección los puntos en los que incurre su fuerza y su debilidad como arma de fuego. Por ejemplo, nos presentan el caso aislado de una mujer victima de secuestro que, a causa del estrés al que ha sido sometida -no por haber cometido algún crimen-, se vuelve un objetivo viable para el Dominator. La tecnología encarnada en esa arma es increíble pero, en vista de que la inestabilidad emocional no es sinónimo de criminalidad, el juicio de la persona que la utiliza sigue siendo muy valioso. A mí parecer, aquí se representa el dilema clásico que diferencia al hombre de la máquina en el marco de su fortuita e irrepetible capacidad moral. Y bueno, la moral es un asunto muy escabroso porque tiene implicaciones profundamente enraizadas en las convenciones sociales, en el lugar y la época. Basta con pensar en lo que está bien y lo que está mal al medio de una guerra para suponer situaciones totalmente ambiguas a la razón. Lo increíble de Psycho-Pass es que, a final de cuentas, con unos pocos elementos representa todo un modelo social al que atenerse.

Esta serie da mucho qué pensar.

Otro aspecto intrigante es el hecho de que, en algunos sectores de la sociedad se ha opinado tradicionalmente que el conflicto de la criminalidad solo corresponde resolverlo a la autoridad, al Estado pues. Por ejemplo, en nuestro país, el Estado y el delincuente son los protagonistas del sistema. Todo el asunto en derredor de un crimen se centra fundamentalmente en la pena o sanción que la autoridad aplica al culpable, la cual debe de ser intimidatoria y proporcional al daño. De esta manera, la justicia, la restauración de los perjuicios, la educación, rehabilitación, etc. quedan fuera de escena. Psycho-Pass representa la continuidad de un sistema judicial de este tipo, en el que los valores detrás de los actos y las personas están supeditados a una funcionalidad representativa pero no esencial. 

Con honestidad, me da para largo ver la serie y luego hacerme preguntas sobre nuestro propio sistema de justicia; en algunos momentos terribles se parecen mucho. El asunto de la estabilidad emocional de los individuos y su manejo del estrés también es indispensable cotejarlo con nuestra contemporaneidad neurótica. La tecnología como el medio por excelencia mediante el cual nos interrelacionamos es otro punto que merece ser meditado. Y, por último, he de decir que a lo largo de la serie se presentaran persecuciones detectivescas que tienen como centro el análisis de la mente criminal. Exquisito.

  
En fin, la animación y música también son geniales. Recomiendo este anime ampliamente. 

Psycho-Pass se estrenó a finales del año pasado, en octubre. Aún se encuentra en transmisión.

lunes, 7 de enero de 2013

Kyoto Animation y por qué voy a ver «Tamako Market»

Las series producidas por Kyoto Animation usualmente pueden identificarse en la categoría slice of life. Sus personajes son, regularmente, adolescentes entre los 15 y los 17 años, viviendo la época que muchos añoran como la mejor de su vida. Una edad de diversión e inocencia. De amor y amistad. Estoy seguro que si se recurre a ese momento con tanta frecuencia obedece no sólo al público que buscan sino también a las ventajas que ofrece para contar historias.

Los adultos se normalizan. Asumen su lugar en el mundo con todo lo que implica: sus horarios, sus compromisos, sus rituales. Se sistematizan. Casi es cliché decirlo pero, por su lado, los adolescentes aún están en el momento de la definición de sí mismos, el momento de ensayar.

Imaginemos entonces a un chico (Chuunibyou demo koi ga shitai!, 2012) que, durante la secundaria, se toma muy en serio una fantasía. En ella, él es el portador del Fuego Oscuro, The Dark Flame Master. Hace dibujos, escribe historias, usa ropa de acuerdo a la investidura que representa. Se sabe especial y así lo manifiesta.

Claro que, un chico con estas características, es identificado por sus compañeros como, por lo menos, un bicho raro. Tres años le tomó deshacerse del personaje y reconocer que sólo es Yuuta Togashi, un adolescente común. Porque, naturalmente, ahora desea tener amigos. Incluso, por qué no, regresar de la escuela a casa en compañía de una chica. Eso es algo que está fuera del alcance de The Dark Flame Master.

O eso creía.

En su nueva escuela hay una chica que también es especial. Es de baja estatura, pelo corto y usa permanentemente un parche en el ojo derecho. No es que esté enferma de algo, es que debe mantenerlo oculto porque, de lo contrario, se liberaría el poder de The Wicked Eye, del que ella, Rikka Takanashi, es portadora.

He ahí el punto de partida. Pero, si atendemos a lo que decía al principio, ¿qué significaba para Yuuta ser The Dark Flame Master? ¿Qué es The Wicked Eye para Rikka? Detrás de la fantasía hay una verdad que se oculta.

(Rikka y Yuuta, Chuunibyou demo koi ga shitai!)

En otro lugar (Hyouka, 2012), Houtarou Oreki trata de mantenerse fiel a la máxima que gobierna su vida: «si no debo hacerlo, no lo haré; si debo hacerlo, que sea rápido». Afortunadamente, tiene la inteligencia para llevar adelante una vida tranquila sin resaltar demasiado y no parece que haya nada capaz de moverlo en otro sentido.

Excepto que tampoco es así.

A Houtarou lo espera una dulce colisión con la bella, ingenua y llena de curiosidad Eru Chitanda. Como tendrá oportunidad de comprobar, la sola insinuación de interés mientras lo mira con sus profundos ojos es suficiente para hacerlo sentir como envuelto en una enredadera de flores, en un sueño. Mucho más allá de cualquier intento de racionalización.

(Houtarou y Eru, Hyouka)

¿Qué nuevas aventuras nos deparan las series que producirá este estudio? Bueno, esta semana se estrena Tamako Market. No sé de qué trata. Sólo sé que su protagonista es una chica adolescente que hace su vida en un sector comercial de alguna población japonesa. Y que en ella está el trabajo del equipo que desarrolló K-ON!

Por supuesto que la veré.



Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...