lunes, 25 de marzo de 2013

Saint Seiya y lo que significa el cosmos

Dohko, Caballero de Libra, da la explicación a Tenma (Lost Canvas); Marin a Seiya (Saint Seiya) y Shaina a Kouga (Saint Seiya Omega): el Universo fue creado tras una gran explosión y, desde lo más grande hasta lo más pequeño, todo está formado de átomos. El cuerpo de un Caballero forma parte de ese Universo y su espíritu es capaz de replicar esa explosión original haciendo arder el Universo de su interior: su cosmos.



Es a través del cosmos, del hecho de hacerlo arder, que los Caballeros obtienen la posibilidad de decantar una batalla en su favor. No son las armaduras, no son sus rangos. Es algo que viene del interior, algo que con fe y amor es capaz de crear milagros. Lo dijo Tania en el post anterior: «el mensaje de Los Caballeros del Zodiaco es muy bello; pues la idea de unos caballeros “inferiores” que a base de esfuerzo y de amor a la humanidad –sin olvidar su lealtad hacia Atenea logran enfrentarse contra los más poderosos e incluso contra los mismísimos dioses es siempre esperanzadora.»

Es cierto, es una idea bella y no es la única de su clase en el mundo del anime. Al menos me vienen a la mente otras dos muy semejantes: Nen, en Hunter x Hunter y, naturalmente, el ki¸ en Dragon Ball.

La palabra ki, en japonés, parece estar íntimamente conectada con aspectos del cuerpo y el espíritu. El psiquiatra japonés Takeo Doi* relaciona este concepto con el pensamiento, el sentimiento, la experiencia y la personalidad. Así, el ki es algo personal, propio, que habla por uno mismo. Si asumimos que, para efectos prácticos, el ki y el cosmos son la misma cosa, la idea adquiere un cariz particular: ser parte del Universo, influir y ser influido por éste pero, al mismo tiempo, conservar individualidad. Recordemos cuántas veces, al sentir en el espíritu el cosmos de un enemigo, Seiya y compañía advirtieron en él la determinación, agresividad y el odio de éste. Cómo, sólo porque una presencia había desaparecido, ya sabían quién de ellos faltaría y cómo había muerto. Cuántas veces se sintieron reconfortados y esperanzados al sentir el cosmos de Atenea rogándoles que se levantaran una vez más. Si la miramos bien, es una idea hermosa.

Ese será tu signo, dijo Marin a Seiya señalándole la constelación de Pegaso, y con ello selló su destino: el caballo alado que, en la mitología, sirvió a las Musas y acompañó a Perseo en sus hazañas, ahora debía volar junto a Atenea en su batalla ante los dioses. Con el soporte de su poderoso signo, la fuerza de las estrellas que conforman su constelación y la disposición para hacer estallar su cosmos, Seiya fue capaz de forjar su propia leyenda. Es cierto que vistió la armadura dorada de Sagitario y que usó la legendaria cota de Odín, pero sin importar nada de eso, Seiya siempre sería Pegaso.



El cosmos de uno es, en realidad, uno mismo y el Universo que lleva dentro, por más atavíos y defensas que se ponga encima. Un claro ejemplo de esto es la Tormenta Nebular de Shun, Caballero de Andrómeda; técnica que prescinde de las cadenas propias de su armadura y que da cuenta de su gran fuerza interior pero también, de la magnitud de su tendencia destructiva y su dolor.

Con estas ideas es que me gusta volver a pensar a Saint Seiya. Entonces, volteo a mirar las estrellas, recordar que soy un Sagitario y preguntarme hacia dónde apunta la flecha de mi cosmos.

*Takeo Doi, en su libro Amae no Kozo.

domingo, 17 de marzo de 2013

Dos razones por las que Los Caballeros del Zodiaco son uno de los mejores animes de todos los tiempos




Uno

Los Caballeros del Zodiaco siempre estarán dentro de los mejores recuerdos de mi infancia. Yo fui una niña que no tenía muchos amigos por su casa, entonces no salía a jugar a la calle o lo que quiera que hagan los niños en sus tardes de ocio. La televisión fue mi amiga y en ella encontré refugio en mis horas de tedio. Mi hermano y yo éramos grandes fans de Saint Seiya y compañía, no nos perdíamos ningún capítulo, nos emocionábamos, sufríamos, todo.  

Mi hermano tenía dos de las famosas figuras de acción, a Sagitario y a Libra, casi nunca me dejaba jugar con ellas pues para todo niño en aquellos tiempos esas figuras eran sumamente valiosas, por eso las cuidaban como oro. Cuando él no estaba me gustaba observarlas dentro de su empaque, nunca me atreví a sacarlas.

Cuando la película de Los Caballeros del Zodiaco contraatacan (Saint Seiya: Shinku no shōnen densetsu) llegó a los cines, la primera de la franquicia en proyectarse en México, mi papá nos llevó a verla. Mi hermano y yo la vimos con ojos llenos de emoción mientras mi papá se quedó dormido casi toda la película. Después, los “reyes magos” nos trajeron el VHS de esa película; lo vimos muchísimas veces, tanto que nos sabíamos todos los diálogos; pausábamos ciertas escenas, las regresábamos, las repetíamos una y otra vez. Nunca nos aburrió.

Entonces básicamente eso significaron Los Caballeros del Zodiaco para mí: gratos momentos que pasé junto a mi hermano; un gusto compartido -como nunca más volvimos a tener uno- una complicidad, un momento especial que sólo nos perteneció a nosotros; como si en el momento en que nos sentábamos frente al televisor todo lo demás se desvaneciera, éramos él y yo junto a nuestros héroes en su armaduras. 

Dos


En una ocasión un compañero en la universidad me dijo que no se explicaba por qué nos gustaba tanto la serie si siempre eran las mismas situaciones repetidas una y otra vez. Para empezar Saori, la mismísima Atenea, de alguna manera se veía obligada a salvar el mundo que estaba al borde de la destrucción; y los valientes caballeros de bronce, sabedores de su deber, se enfrentaban a los malos que amenazaban la paz: los caballeros negros, los caballeros de plata, luego los caballeros dorados, después vinieron los dioses guerreros de Asgard, los generales marinos de Poseidón y por último a los espectros de Hades.

Pues sí, la dinámica casi siempre era la misma: el enfrentamiento contra un caballero en apariencia superior; la batalla en solitario para permitir que los otros siguieran avanzando, pues ante todo era una carrera contra el tiempo; el momento en el que todo parecía perdido, donde se vislumbraba la derrota; y luego, el resurgimiento, el séptimo sentido, la voluntad que se transformaba en fuerza y que hacía que los caballeros de bronce derrotaran hasta el más fuerte adversario.


Pero más allá de todo esto, más allá de la dinámica repetida, el anime de Los Caballeros del Zodiaco sentó las bases para series futuras; con sus batallas, su reinterpretación de diferentes mitologías, crearon un género propio que se ha mantenido vigente a lo largo de todos estos años. También hay que resaltar que sus personajes, todos ellos, son maravillosos; y es que gracias a que cada uno responde a un signo o deidad específica, hacen de su personalidad algo único e irrepetible.

Saint Seiya no ha envejecido a lo largo de estos años, se ha sabido adaptar a las tendencias de la época. Ejemplo de ello es la saga de Hades, la cual contó con una animación notablemente mejor a sus predecesoras y una historia que dio un giro diferente a lo que se venía haciendo, pues Seiya, Hyoga, Shiryu, Shun e Ikki ceden un poco de su protagonismo a los gloriosos caballeros dorados.

Y al final de cuentas creo que el mensaje de Los Caballeros del Zodiaco es muy bello; pues la idea de unos caballeros “inferiores” que a base de esfuerzo y de amor a la humanidad –sin olvidar su lealtad hacia Atenea- logran enfrentarse contra los más poderosos e incluso contra los mismísimos dioses  es siempre esperanzadora. No hay que olvidar que en la balanza entre el bien y el mal, un corazón noble puede hacer la diferencia. Eso es precisamente lo que nos enseñó el buen Seiya.


Bonus

Otra de las cosas que me gustan de la serie es la discusión de ¿Qué caballero es el mejor? A base de un análisis minucioso yo tengo mis favoritos: Aparte de Seiya, que evidentemente tiene un lugar especial por ser el protagonista,  creo que Ikki es el más badass de todos, pues siempre llega a salvar el día, y porque prácticamente resurge de las cenizas ¿Hay algo mejor que eso?

En cuanto a los caballeros dorados sí está difícil, todos tienen algo especial que nos hace amarlos, menos a Death Mask de Cáncer que era malvado y Afrodita de Piscis que nunca fue muy entrañable. Mis favoritos son Mu de Aries, por ser un caballero sabio, al igual que Shaka de Virgo por ponerse al nivel del mismísimo Buda. Pero creo que el que definitivamente les ganaría a todos es Saga de Gémisnis (junto con su gemelo Kanon) él fue el que ocasionó todo el mal de la primera parte, es poderoso, tiene poderes mentales, engañó a todos los caballeros dorados pero, a pesar de eso, tuvo una reivindicación honoraria. 

Y para ustedes ¿Cuál es el mejor?

lunes, 11 de marzo de 2013

Saint Seiya: el signo que uno es

Hace poco, un ingenioso sagitario me habló sobre los Caballeros del Zodiaco; sus Caballeros del Zodiaco. He aquí la historia que me contó. 

Era día de Reyes (¿1995, tal vez?), entre galletas con chocolate y algo de ropa bien merecida se ocultaba el regalo principal: la figura del caballero dorado, Aioros de Sagitario. Ese día, desde muy temprano hasta bien entrada la noche, el pequeño intentó jugar con Aioros pero, como si los detalles y el cuidadoso diseño de la armadura paralizaran sus manitas inquietas y, en general, contagiaran sus intenciones con cierto temor por la fragilidad, no pudo más que contemplar la figura con ojitos curiosos y atentos.

Poco tiempo después, al término de las vacaciones, Aioros seguía inmóvil. Ni siquiera lo acompañó en su regreso a la primaria, como lo hubiera hecho cualquier otro juguete; porque esa bella figura de colección no merecía participar en la batalla sin sentido que acontecería a la hora del recreo. Ya vendría su oportunidad de brillar frente a los demás. Pronto, demasiado pronto. Al finalizar ese primer día de clases, con algo de flojera y probablemente aún inmersa en el ánimo de las vacaciones, la maestra les dejó de tarea hacer un dibujo de lo que los reyes magos les habían traído. 

Al llegar a casa, el pequeño sagitario no sabía cómo hacer para dibujar con justicia a Aioros, ese hombre que hacía de su propio signo, de la forma que personificaba la carga y el destino de su fecha de nacimiento. Y fue así como -entre el talento nonato y la ambición- se le presentó un gran descubrimiento: el papel carbón, la primera estrategia del dibujante novato. 

En ese entonces su madre tenía una papelería, de ahí fue que se proveyó de los materiales necesarios para su pequeña empresa. No sin poco asombro fue descubriendo al hermoso Aioros trasplantado con pulso inseguro de la caja en la que venía guardado a una hoja de cuaderno. Estuvo entretenido durante horas. Prueba y error. Manchón de carbón, desencuentro de las líneas, dibujo fallido, otra hoja a la basura… hasta que quedó satisfecho.

A la mañana siguiente, cuando mostró la tarea en clase todos alabaron su talento: “¡te quedó bien bonito!”, “dibujas muy bien” y, finalmente, el inevitable “¿me haces uno?” No podía negarse ante una petición tan halagadora. Varias veces le preguntaron si él había hecho el dibujo solito y sin mayor remordimiento respondió que sí. Porque efectivamente lo había hecho él, con algo de ayuda, haciendo una trampa chiquita, pero sí, todo había salido de sus propias manos (así son los niños -y aún los adultos- es fácil encandilarse con el reconocimiento de nuestras supuestas virtudes). El caso es que, resuelto a cumplir con el importante encargo de sus compañeros, una vez más la papelería de su mamá resultó ser una aliada material increíble. En una hoja blanca volvió a calcar la figura de Aioros de Sagitario y, ¡oh maravilla tecnológica al servicio de un infante!, comenzó a sacar fotocopias del dibujo para todos sus amigos.

No temo exagerar si digo que ese momento en el que reparte el dibujo al llegar a la escuela es un acontecimiento revolucionario. ¡Un  gran éxito! Un bonito triunfo para las acciones de este pequeño que, inmediatamente, cosechó más y más pedidos. Todos querían el dibujo de su propio signo. De pronto, cada niño en ese salón de clases era consciente de su signo zodiacal y la personalidad que le correspondía a éste. De su personaje.

Gracias a un primo, el fin de semana consigue la caja de Aioria de Leo y, al siguiente lunes, son los gatitos vanidosos los primeros en obtener su signo -disfrazado de caballero- para iluminar con amarillo radiante.

Lamentablemente, a pesar de la emoción y la popularidad que le estaba generando su nueva afición, al final no hubo más que hacer. En pocos días, a las afueras de la primaria ya había vendedores ambulantes que ofrecían hojas sueltas con los diferentes caballeros del zodiaco. Hasta Saori Kido estaba entre ellos. Y, más tarde, un golpe cruel le impidió continuar, en la propia papelería familiar aparecerían estos personajes de moda en diferentes posiciones y escenarios como mercancía obligada. 

No puedo saber si es cierto o no, pero quiero pensar que este curioso chiquillo sagitario empezó una de las tantas empresas piratas que surgen en el seno de la moda, en este caso, cuando una generación completita de niños mexicanos compartió el misticismo del antiguo zodiaco, reinterpretado por animadores japoneses y presentado cada semana en horario sabatino por el canal 7. 

Cuántas vueltas dan las historias. Es impresionante.

Por mi parte, apunto que mi experiencia fue un tanto diferente. La violencia roja, toda esa sangre que brotaba de las feroces batallas entre caballeros me dejó una cicatriz mental muy particular. Era la primera vez que veía algo así. Y, cuando Shiryū se queda ciego (¡por mano propia!) para poder vencer a la Medusa, creí entender algo que hasta la fecha me persigue… el héroe se construye en el sacrificio. 

¿A poco no? Los Caballeros del Zodiaco son un clásico, nos pertenecen a todos y a cada uno de manera muy particular, como nuestro propio signo. 



lunes, 4 de marzo de 2013

¡Dame tu fuerza, Pegaso!

Muchos de mi generación tengo treinta y un años experimentamos por vez primera el anime a través de Los Caballeros del Zodiaco y estoy seguro que tendrán fresco en su memoria el recuerdo de Seiya, elevando su cosmos. Ya había pasado la época en que los niños mexicanos veían Astroboy y Mazinger Z y aún faltaba tiempo para que conociéramos Dragon Ball. La invasión de los Caballeros tuvo tanta penetración que hubo toda clase de juguetes y artículos promocionales al gusto de quien quisiera coleccionarlos.

La popularidad de Saint Seiya (nombre original de la serie) creció en poco tiempo. Prácticamente no había niño que no siguiera las aventuras de Seiya, Shiryu, Hyoga, Shun e Ikki en sus esfuerzos por defender a Saori, la reencarnación de la diosa Atenea, en la guerra contra otros dioses que trataban de quitarle la regencia de la Tierra.

Cada uno tenía una personalidad específica: Seiya, representante de Pegaso, testarudo y frontal, no temía ponerse frente a enemigos que le superaban en número o fuerza y su principal virtud era la de no rendirse bajo ninguna circunstancia; Shiryu, Caballero del Dragón, era el místico. Entrenado en China, era constante y poderoso, como el flujo de una cascada; Hyoga, de la constelación del Cisne, entrenado en Siberia, era tenaz y determinado pero arrastra en su corazón un peso que no le permite emprender el vuelo con libertad. Shun, de la constelación de Andrómeda, resaltaba por su convicción de evitar la batalla si es posible pero no tenía dudas en emprenderla cuando era necesario. Ikki, su hermano mayor y representante del Fénix, un ser solitario y con el alma llena de odio, pero contenida por un fuerte sentido de protección y amor hacia Shun, que le daba cierto cauce.


Así, Saint Seiya tiene grandes momentos, dignos de ser recordados. Por ejemplo, la épica Batalla de las Doce Casas en la que este singular grupo debió enfrentarse a los Caballeros de Oro, representantes de las constelaciones zodiacales, para salvar la vida de la diosa y recuperar el Santuario tomado a traición por el Caballero de Géminis, Saga*. O bien, la batalla contra los guerreros de Asgard, cuya princesa estaba bajo el dominio del dios Poseidón.

La serie original constó de 114 episodios que abarcan la saga del Santuario, la batalla en Asgard (que no aparece en el manga de Masami Kurumada), y la guerra contra Poseidón. Fue transmitida en Japón de 1986 a 1989 y en México, a partir de 1992. La última saga, la guerra contra Hades, fue dividida en tres partes: Sanctuary, Inferno y Elysion, producidas en versión OVA, entre 2002 y 2008.

La franquicia cuenta con varias películas que relatan historias alternativas, la inconclusa precuela Lost Canvas así como Saint Seiya Omega, nueva serie que se transmite en Japón desde el año pasado.

*Errata: Tras no una, sino dos observaciones corrijo y explico un error que había en esta entrada: el villano de la saga del Santuario es Saga, el Caballero de Géminis. Recordaba que Saga había sido poseído por Ares, el dios de la guerra, pero revisando la información al respecto, resulta que mi confusión radica en que Saga usurpa el lugar como Patriarca del Santuario a Arles. Ni porque vi tantas repeticiones. ( ._.)
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