lunes, 30 de septiembre de 2013

DRAGON BALL, LA BATALLA DE LOS DIOSES (ドラゴンボールZ 神と神)



La siguiente reseña no contiene spoilers.
 
Esta es una película que puede ver cualquiera. No se trata de una exclusiva de quienes conocen la historia de Dragon Ball. Eso sí, quienes hayan seguido la historia desde niños -cuando estaba de moda- se reencontraran con un placer de antaño: anclas extrañas en el pensamiento de una mitología que, a casi veinte años de su transmisión por televisión, aún continúa en desarrollo.

¿Cómo le sienta el tiempo a una historia que no solo es vieja (su publicación comenzó en 1984) sino que, todavía más curioso, su producción no se ha detenido durante todos esos años? Este es un fenómeno tremendo; por encima de lo populares que se han vuelto las series norteamericanas en años recientes y el seguimiento anual al que obliga el estreno de sus temporadas, los consumidores de anime hemos experimentado desde hace mucho el apego, el acompañamiento temporal de una historia de ficción paralela a la vida. Sorprende pensar que el Goku que protagoniza esta película (La Batalla de los Dioses, Kami to Kami) tiene la misma edad que los espectadores que lo conocieron de niño, cuando ellos también eran niños.

Entonces, ¿qué sucede durante todo este tiempo narrativo y humano? ¿Cómo es que se mantiene viva una historia de estructuras tan simples (porque tampoco hay que mentir, sabemos que Dragon Ball gira a partir de una premisa que no hace más que repetirse una y otra vez: aparece un enemigo más fuerte que Goku, y Goku entrena hasta que lo derrota; aparece otro enemigo que de nuevo es más fuerte que Goku, y de nuevo Goku entrena hasta que lo derrota, etc.)? No sé, tal vez sea momento de aceptar que la vida también es simple en cuanto a sus patrones y que, por el puro hecho de envejecer, los retos o los enemigos también son más terribles cada vez.

Sin embargo, hay dos cosas que vi en la Batalla de los Dioses que, de igual forma, han sido una constante en Dragon Ball y que no por eso cansan o aburren en su repetición, al contrario, su presencia persistente juega a favor, es expansiva porque está en desarrollo, acumula eventos y crece con ellos.

Primero: la amistad. Además de Goku, la única que aparece a lo largo de todo Dragon Ball como personaje relevante (desde el primero hasta los últimos capítulos) y con apariciones clave, es Bulma. ¡Esos dos son amigos desde niños! Y, aunque Bulma ya está casada y tiene un hijo, el trato que tiene con Goku revela una confianza muy bella. Goku y Bulma, más allá de su desarrollo como personajes individuales, juntos son algo, juntos vuelven (una y otra vez, pase lo que pase) a la dinámica juguetona que tienen desde la primera vez que se vieron. No sé ustedes, pero a mí me refresca el corazón estar frente a una historia que cuenta una amistad tan larga, entre un hombre y una mujer que se quieren así, como compañeros.


Segundo: el orgullo. Los saiyayin -raza extraterrestre de guerreros a la que pertenece Goku- suelen tener como fuente y motivo de sus peleas al orgullo. Si bien Goku se enfrasca una y otra vez en batalla para proteger al mundo, la verdad es que aguanta bien los golpes y lleva su poder al límite por motivos personales. En la Batalla de los Dioses el orgullo de los saiyayin toma una nueva dimensión: no es que no pueda haber nadie más fuerte que los saiyayin, es que su camino es así, Goku siempre quiere ser mejor, siempre está dispuesto a aprender. Visto de esta manera, la derrota no está en la guerra, la derrota está en uno mismo: en la pérdida del orgullo.

No diré más, es suficiente con aludir estas dos dimensiones: en la historia ficticia florece la amistad y el orgullo madura, si eso -a la par- ocurriera en la vida de cada espectador, ¡vaya! tal vez sea más que suficiente como experiencia de vida plena.

Para cerrar, la verdad es que no es una gran película, ni novedosa ni imperdible, pero se le puede mirar con muy buenos ojos. En México, es la primera vez que veo anime en una sala de cine, lo cual me habla de la rentabilidad de la película: por fin, los espectadores de Dragon Ball llegamos a la edad en la que por medio de nuestro poder adquisitivo exigimos de vuelta nuestros caprichos infantiles, en pantalla grande y hasta con las voces del doblaje original.

Además, lo obvio, ¡cuantos recuerdos! Esta historia está enterrada lejos en la memoria de los que la conocen desde la infancia; y para los que no, su exotismo no carece de sentido. El autor de Dragon Ball, Akira Toriyama, es un hombre hábil e inteligente, ha podido mostrarnos cómo establecer asociaciones poderosas entre monos, extraterrestres, dioses, universos, planos dimensionales, planos temporales y entre la vida y la muerte.

P.D. Apunte para conocedores: La Batalla de los dioses corresponde a los capítulos del manga 517 y 518 (la década en blanco entre Dragon Ball Z y GT). Se trata de un relato dentro de la historia oficial de Dragon Ball sin ser un spin-off o una historia paralela.

lunes, 23 de septiembre de 2013

Byousoku 5 Centimeter

Como dos trenes que se cruzan en un punto para no volver a encontrarse, así es la historia de Takaki y Akari.

Coincidieron como estudiantes transferidos, extraños en una escuela cuya vida ya fluía. Era natural que se hicieran amigos y también lo fue que se separaran: debido a su trabajo, cosa de adultos que nada tiene que ver con el amor, los padres de Akari la llevaron lejos cuando su cariño apenas florecía.

Se escribieron largas cartas durante los siguientes meses hasta que, un año después de haberse separado, también Takaki se iría lejos de Tokio, en sentido opuesto a ella. Decidieron verse por última vez. Akari lo esperaría en la estación más cercana a su casa y él haría un viaje que, estimaba, le llevaría unas cinco horas que terminaron siendo ocho.

En la profundidad de la noche caminaron hasta el cerezo invernal del que ella le había hablado en sus cartas. Ambos sabían que quizá esa sería su única oportunidad de estar juntos. Al día siguiente volverían a sus vidas, separados para siempre pero unidos en lo profundo de su corazón; un amor que, como las flores del cerezo, sería breve pero bello y luminoso.



La historia no termina ahí, pero no quiero arruinársela a quien quiera verla por primera vez. Es la segunda ocasión que, en una entrada para este blog, digo más o menos lo mismo después de hacer un pequeño relato; antes lo hice con Kotonoha no Niwa (2013). Ésta tiene algo en común con aquella: ambas son obra de Makoto Shinkai.

Esa fue la razón por la que vi ésta en primer lugar. Después de la impresión que me dejó Kotonoha no Niwa, quise saber qué otras cosas había hecho Shinkai y Byousoku 5 Centimeter (2007) era la más mencionada. Aunque puede verse como una sola película, en realidad son tres episodios breves que cuentan la historia de este amor solitario con suavidad y belleza.

Como en aquella, Shinkai hace aquí una reflexión sobre el amor que no puede ser, pero esta vez en la distancia. Las imágenes que emplea son poderosas, llenas de significado. Un beso bajo el cerezo. Dos enamorados contemplando el Universo, dos trenes que se cruzan, pero van en sentido opuesto. Byousoku 5 Centimeter es una metáfora de lo efímero y lo eterno con la que, quizá, podemos reconocer que nuestra historia es la de los relatos que nos integran en diferentes momentos.


lunes, 16 de septiembre de 2013

Un poco más de Shingeki no Kyojin



Ya María nos hablaba en su post pasado de esta serie que se está convirtiendo en un éxito entre los otakus. Ella lo explica mejor: un anime de guerra, una guerra contra gigantes que obliga a los humanos a dominar sus sentidos, a superarse en medida del otro. Es una gran historia, sin duda.

Sabes que es una gran historia cuando después del primer capítulo (sí, el primero) te das cuenta que no podrás soltarla. Y por eso yo no quería dejar pasar una entrada sin decirles qué es lo que más me ha impactado de Shingeki no Kyojin. No hay spoilers. 

María ya nos hablaba de la trama: Gigantes, llamados Titanes,  que atacan a las personas obligándolas a atrincherarse entre murallas como medio de sobrevivencia. Todo transcurre en una época que nos recuerda a una ficticia Edad Media, de ahí que sus armas parezcan rudimentarias; cañones y espadas  son sus mejores armas para combatir a estos gigantes humanoides. Qué fácil resultaría combatir gigantes en una época más actual, digamos con aviones, bombas y todo tipo de armas modernas de destrucción. Pero en Shingeki no es así. Ahí, entre esas murallas de piedra medievales, la mejor arma es el valor.

Pero el valor no siempre existe.

Eso es precisamente lo que me impactó de este anime, que el valor siempre está ausente en todas las batallas. Estamos acostumbrados a ver animes de peleas y guerras donde los personajes hacen muestra de un heroísmo extremo y en ocasiones inverosímil (recuerdan cuántas veces Seiya se levantaba a pelear aunque ya sólo fuera una piltrafa de carne). En las batallas, los héroes siempre van a pelear sin dudar ni un momento en dar su vida por la causa que defienden, eso los hace héroes, eso es lo que hacen los protagonistas de las historias.

Pero en Shingeki no Kyojin es diferente, acá nuestros protagonistas tienen miedo de ser devorados por los gigantes; ellos temen, dudan, tiemblan y se paralizan de miedo cuando ven al oponente, porque se saben insignificantes a su lado. En estas batallas no hay actos heroicos, toda la atmosfera está infestada de miedo, de caras llenas de temor, de soldados que abandonan a sus amigos, de soldados que se esconden sin siquiera poder moverse y luchar.



Eso sin contar que el hecho de que se encuentren rodeados de muros hace que la atmósfera sea más opresiva, lo que da la sensación de que no hay escapatoria; una situación de ganar o morir. Pero nos damos cuenta que tienen todo en su contra para poder ganar.

La acción en este anime es impactante precisamente por eso, no escatima en mostrarnos imágenes de soldados asustados, de soldados siendo devorados sin poder hacer nada al respecto. Si alguno llega a salvarse sabe que fue porque tuvo que sacrificar a otros de su equipo. Es este aspecto lo que hace que Shingeki no Kyojin se aleje de las historias de fantasía y se acerque a las historias reales; mostrar una guerra con toda la crueldad y daño psicológico que causa entre sus participantes; enfrentarse al enemigo sabiendo que sólo se es carne de cañón, que sólo se está comprando un poco de tiempo.
  
Pero bueno, Shingeki no Kyojin es más que eso, sin duda es de las mejores historias que hay actualmente; mezclando steampunk, ciencia ficción, fantasía, gigantes y batallas, da como resultado un anime que pinta para quedarse mucho tiempo en el gusto del público, porque al final de cuentas es una historia épica. Sus personajes principales, Eren, Mikasa y Armin forman un buen equilibrio entre fuerza, agilidad e inteligencia, y sin duda nos regalarán grandes momentos heroicos.



Pero yo les quería contar del miedo que se percibe en las batallas de Shingeki no Kyojin, que es lo que a mí me tiene impactada, intrigada y angustiada cada vez que veo un capítulo. Porque el miedo es algo inherente a cualquier guerra, y pocas veces se retrata tan bien como en este anime. Eren alguna vez en la infancia, durante un momento de desesperación, le grita a MIkasa ¡Debes de pelear, si pierdes mueres, si ganas vives! Sin saberlo, esta frase se convirtió en lo que ahora guía sus vidas: pelear para vivir, pelear para no morir. Mikasa lo entendió, en esta vida el grande se come al pequeño y sólo sobrevive el más fuerte; porque al final de cuentas este mundo no conoce la piedad.


lunes, 9 de septiembre de 2013

COSAS QUE APRENDO DEL ANIME o UN PROYECTO DE TRANSFORMACIÓN PERSONAL, MORIR SIENDO OTRO


Si el cuerpo y la mente no se han entrenado lo suficiente, la capacidad de razonar la información que perciben los sentidos se empobrece; ni siquiera se puede concebir su alcance y potencial para el crecimiento personal. Olfato, oído, tacto, gusto y vista, cada uno de nuestros sentidos establece una relación muy particular con nuestro pensamiento, con la voz que gobierna nuestro mundo interior. Si dicha relación es fuerte y se le hace consciente, nuestros sentidos pueden mejorar, evolucionar a lo largo de una misma vida; de suceder lo contrario, se irán marchitando hasta la muerte.

Olfato: si un aroma guarda un recuerdo especial en nuestra memoria será mucho más fácil de identificar y rastrear. Por ejemplo, el árbol huele de noche; su aroma es inconfundible, quien lo conoce lo percibe como algo sólido -además de ser capaz de localizarlo aún en la oscuridad-. Los aromas guardan información que les es propia. Los aromas guardan recuerdos y estimulan la memoria; contienen un sinnúmero de asociaciones únicas, personales. El olor también funciona como una convención social de lo limpio, lo agradable, lo podrido o repugnante.

El oído es un sentido muy selectivo. Uno puede ignorar los sonidos, peor aún, su sentido o significado. Es increíble como todos hemos estado en la siguiente situación: en un restaurante, nos atrapa la conversación que ocurre en la mesa de a lado, a pesar de la distancia, si el murmullo de las voces vecinas engancha nuestra atención, comprenderemos mejor lo dicho allá que lo pronunciado en nuestra propia mesa. El oído se puede direccionar por medio del pensamiento. Nuestra atención en el sonido afina nuestra capacidad para escuchar.

El tacto. Yo doy masajes. Lo hago por la experiencia que registra la memoria táctil. Solo cuando se atiende con conocimiento el sentir del cuerpo se puede hacer algo por sanarle y fortalecerle; por equilibrar los flujos de energía que le dan habilidad. Cuando recibo un masaje y alguien toca mis pies (circunstancia a la que pocas veces nos exponemos pues, pocas veces recibimos masaje en los pies -y si lo hacemos no es de forma profesional-) mantengo los ojos cerrados, así puedo ver las luces que se encienden en mi cerebro. Es como si se tratase de un encefalograma: veo el calor, la movilidad, el dolor, la flexibilidad en cada pie y comparo: ¿cómo fue en el derecho, cómo en el izquierdo? Los días posteriores trato de restablecer la simetría en los hemisferios cerebrales por medio de ejercicios con el cuerpo. ¡Porque las dos mitades del cerebro son complementarias, ninguna debe entorpecer a la otra, al contrario! Normalmente, diferentes habilidades o funciones se hallan distribuidas predominantemente en alguno de los dos hemisferios pero, se dice que cuando somos pequeños, no está determinado de qué lado estarán. El habla, por ejemplo, en la mayoría de la población se localiza en el hemisferio cerebral izquierdo pero, de haber alguna lesión (o algún otro condicionante) puede reubicarse del lado derecho.

El gusto, hay algo que siempre me gusta compartir respecto al sentido del gusto. Se dice que la comida hindú se caracteriza por una combinación muy bien equilibrada de los diferentes sabores (dulce, salado, ácido, amargo y picante). Es importante consumirlos todos en una misma comida para que la zona que cada uno de ellos estimula en el cerebro no se quede apagada. Hay que llevar luz a la mente de una forma u otra.

Finalmente, la vista. Ver está estrechamente relacionado con pensar. La vista trabaja en mancuerna con el cerebro. Lo que se ve se puede interpretar. Lo que se ve es información para nuestro cerebro. Además, la vista es uno de los sentidos de mayor alcance; si uno sabe ver, muy pronto podrá deducir qué está pasando, de qué van las cosas que presenciamos en el mundo. Saber leer a la gente, su forma de mirar (o más simple, de vestir) es algo que se puede entrenar, enriquecer con los datos de nuestro archivo mental. Cuando Sherlock Holmes juzga a un desconocido a primera vista, su capacidad de observación parece magia pero, sucede que Holmes no solo observa, sino que tiene un sentido de deducción muy agudo; sabe trabajar la información que le ofrecen sus ojos en conjunto con su bagaje de sabiduría personal.

Estos son algunos de los ejemplos más sencillos del trabajo colaborativo entre la mente y los sentidos. Si uno entrena la mente, idealmente, debería de entrenar el cuerpo. Y viceversa. El mundo exterior -el mundo de los sentidos- se complementa del mundo interior -el de la mente, el del yo, el de la experiencia-.

Un universo nació con nosotros. Un universo morirá con nosotros. Todo aquello de lo que somos capaces conforma la historia de nuestra cosmogonía personal.

Si no contamos con el privilegio de conocer un maestro (un guía respetable), sólo nos tenemos a nosotros mismos. Lamentablemente, al desarrollo personal lo dirige la experiencia y, si las circunstancias que rodearon nuestro nacimiento no fueron las más propicias, ese desarrollo se puede ver coartado e incluso suprimido. Lo que debiera ser bueno, resulta algo malo. Aunque siendo más precisa tal vez deba decir: lo que debiera ser amigable, resulta ser áspero. Pero vaya, ¡hay otros caminos!

Por eso mis animes favoritos son aquellos en los que hay guerra. Porque la guerra es hostil y la habilidad de los enemigos amerita que o uno crezca o que pierda la vida frente a los más fuertes. El enemigo es el mejor maestro, superarle obliga -sin reservas- a ser mejor. Un guerrero digno (un contendiente, un competidor, una persona cualquiera) es aquel que domina su cuerpo y su mente bajo situaciones de absoluta tensión; que es capaz de utilizar todos sus sentidos a su favor.

Encontré un anime de guerra en el que puedo deducir un proyecto de desarrollo personal fantástico; acompañar al protagonista en su lucha y verle superarse así mismo obliga al espectador a plantearse qué haría de encontrarse en la misma situación. Por eso me gusta, es como un tutorial hacia el desarrollo y la superación personal (este tipo de narrativas abundan en Japón).

El anime en cuestión se llama Shingeki no Kyojin. Es una historia de gigantes que devoran humanos (las últimas personas en el planeta se encuentran atrincheradas en ciudades de muros altísimos que contienen a los gigantes pero que, a su vez, condenan a la humanidad al encierro y al peor escenario para la guerra). Al enterarme que este anime era de gigantes me desanimé un poco, pensé que era una idea algo simplona. Después lo entendí: ¿hace cuánto que no se cuenta una historia de gigantes, esos seres primitivos de tan peligrosos y tan grandes? (La última que yo escuché se escribió hace siglos…) Lo interesante, entonces, es que enfrentarse a algo tan brutalmente grande obliga al ser humano a superarse a sí mismo, a crecer (aunque sea en un sentido metafórico). Shingeki no Kyojin promete una narrativa tipo tutorial sobre la épica de superarse a uno mismo. De morir sabiéndose otro diferente al que se era.

Este anime todavía está en transmisión, es decir, nos está pasando a todos ahora mismo. Voy en el capítulo 7. Acompáñame.

P.D. Desde el 2011, Shingeki no Kyojin está en el top 10 de los mangas más vendidos en Japón. Es una locura si piensas que está hombro con hombro con los mangas que llevan años en el mercado y tienen millones de fans en todo el mundo. Es un fenómeno.

Ah, por cierto, si lo ves, pon atención al cielo. ¡Qué dibujo más bello! Puras nubes como las soñadas. Un anhelo.

Y a los problemas sociales. 







lunes, 2 de septiembre de 2013

La dolorosa misión de las Guerreras Mágicas

Céfiro es un mundo en el que el deseo de un corazón fuerte se convierte en poder. Se trata de un país hermoso, con exuberante vegetación, animales fantásticos y un clima apacible, donde la gente puede vivir en paz y felicidad. Todo su sistema está sostenido por un Pilar; la persona con el corazón más fuerte, capaz de llevar sobre sí el peso de todo el país. Su entrega permite a todos gozar de sus maravillas.


Sin embargo, una crisis se ha desatado: el Sumo Sacerdote Zagato ha tomado prisionera a la Princesa Esmeralda, actual Pilar de Céfiro, con lo que la estabilidad del país se encuentra seriamente comprometida. Buscando la salvación de su mundo, Esmeralda formula un hechizo para invocar a las Guerreras Mágicas quienes, según la leyenda, son las únicas capaces de despertar de su sueño a los Genios y restaurar el orden.

Así es como Hikaru, Umi y Fuu (o Lucy, Marina y Anais, como se les renombró en Latinoamérica) llegan a Céfiro. Ellas, sin conocerse previamente, coincidieron en una visita que sus respectivas escuelas realizaban a la Torre de Tokio* para terminar envueltas en una guerra que les era totalmente ajena, en un mundo desconocido.



La voluntariosa Hikaru es quien toma la misión con mayor soltura y decisión y, a medida que progresan y conocen a distintos personajes del ámbito de Céfiro, Umi y Fuu van comprometiéndose con la causa.

La tragedia, sin embargo, radica en la naturaleza misma de Céfiro. Si el deseo de un corazón fuerte se convierte en poder, ¿qué pasa con los deseos que, pese a ser inadecuados, no pueden reprimirse? ¿Cómo conciliarlos?

Estas preguntas vienen a cuento por lo siguiente: Zagato y Esmeralda están enamorados. Él decide abjurar de su posición y permanecer con Esmeralda así el mundo se haga pedazos. Para Zagato no hay otra opción, es la única forma en la que puede resolver su conflicto. Ella, como Pilar de Céfiro, no puede consagrarse a su amor pues es su deber entregarse a su mundo por el bien de sus habitantes. Si reparte su lealtad entre su amor por un hombre y el que siente por Céfiro, la catástrofe sobrevendrá.

Esmeralda, con el corazón partido por la mitad, no ve otra opción más que invocar a las Guerreras Mágicas, las únicas que podrían darle muerte. Porque sólo en la muerte hallaría la conciliación de su dilema, sólo el sacrificio podría traerle paz.

Naturalmente, Hikaru, Umi y Fuu no saben sino hasta que es muy tarde, que su misión consiste en llevar la muerte a la Princesa Esmeralda. Sus experiencias durante la guerra contra los secuaces de Zagato solían ir en otro sentido: lograron la amistad de Ascot y Caldina, desenmascararon el hechizo bajo cuyo influjo estaba Lafarga y sólo Alcyone ofreció una resistencia duradera (aunque no muy eficaz). Pese a no comprender las intenciones del Sumo Sacerdote, creían que podían llegar a un entendimiento con él.

Es de destacar que Zagato tomó una postura y se mantuvo en ella, en él no había contradicción. Desde el principio supo que si vencía, Céfiro se encontraría en un grave predicamento y aun eso no alteró su decisión. El Mago Maestro Clef, que lo sabía todo, es otro que pudo conservar esa firmeza. Conociendo la intención con la que fueron convocadas, ayudó a las Guerreras Mágicas a avanzar en su empresa, haciendo frente a Zagato, su querido discípulo, y a Esmeralda, por quien sentía gran compasión.

Hikaru, ansiosa por convertirse en una heroína, adoptó una postura simple en torno a Zagato: él era el gran villano a quien había que vencer a toda costa para rescatar a Esmeralda. Umi, recelosa, tardó mucho más en comprometerse con el conflicto de Céfiro pero, cuando lo hizo, fue porque encontró en su gente algo que merecía ser protegido. Su caso es un progreso notable: de ser egoísta y berrinchuda, descubrió que podía dejar de centrarse en sí misma y ver por otros. Es la primera en despertar a su Genio, Selece. Fuu, de naturaleza más observadora y analítica, se compromete por curiosidad y bajo la premisa de que no habría vuelta a sus vidas a menos que completaran su misión. Su incipiente romance posterior con Ferio y la amistad que desarrolla con Hikaru y Umi le dan razones adicionales para continuar adelante.

Hacia el final de la primera temporada, las tres descubrirán, de la manera más dolorosa, que sus deseos de salvar a Céfiro se volverán contradictorios. Al conocer la verdad detrás de su misión se vuelven incapaces de juzgar a Zagato y Esmeralda y no entienden cómo, en una tierra donde el deseo de un corazón fuerte es poder, ambos deban ser sacrificados y su amor, criminalizado. Pese a sus grandes esfuerzos, no pueden encontrar una solución que haga feliz a todos; tal ideal no existe ni en Céfiro ni en ningún otro lugar.



Magic Knight Rayearth consta de 49 episodios (en dos temporadas) y se transmitió en Japón entre octubre de 1994 y noviembre de 1995. Fue conocida en México a través de TV Azteca (no tengo el dato preciso, pero fue alrededor de 1996 o 1997) bajo el nombre de Las Guerreras Mágicas. La primera temporada (que narré aquí) alcanza hasta el final de Esmeralda como Pilar de Céfiro y la vuelta de las Guerreras a Tokio. La segunda se desenvuelve a partir de la angustia latente en las chicas por el destino de Céfiro y su deseo de regresar para ayudar al establecimiento de un nuevo orden.

*La Torre de Tokio es un sitio recurrente en las historias de CLAMP: es el lugar donde Yue pone a prueba a Sakura (Cardcaptor Sakura) y, también, la última barrera espiritual que debe ser defendida por los Dragones del Cielo (X).
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