Eso es lo que debieron de pensar
Tsugumi Oba y Takeshi Obata cuando crearon Bakuman (2010), un
anime que habla de las aventuras de Mashiro y Takagi, dos amigos que
sueñan con convertirse en mangakas, pero que para hacerlo tendrán que
enfrentarse al monstruo de la industria del manga, donde sólo unos cuantos
triunfan.
Pero lo divertido -y complicado- de todo es que
Mashiro y Takagi tienen apenas 14 años; son unos estudiantes de secundaria que
tendrán que combinar las tareas escolares con el arduo trabajo que conlleva
hacer un manga. Porque lejos de la idea que podamos tener de los mangakas
-imaginándolos como si fueran estrellas de rock gozando de su fortuna- hacer un
manga es sumamente complicado, laborioso y requiere de una gran disciplina.
La historia comienza cuando estos
dos se conocen en la secundaria donde Takagi, al ver los dibujos de Mashiro, le
propone que hagan un manga juntos; Mashiro declina la oferta pensando en la
vida que tuvo su tío, un mangaka famoso al cual el trabajo excesivo lo
llevo a la muerte. Posteriormente Takagi le presenta a Azuki, una chica cuyo
sueño es convertirse en seiyu (actriz de voz); Mashiro y Azuki se
enamoran y se hacen la promesa de casarse cuando los sueños de ambos se
cumplan: cuando él logre tener un manga exitoso que sea llevado a la televisión
y cuando ella se convierta en una seiyu famosa que le de vida a alguno de
sus personajes. Es así que Mashiro acepta la propuesta de Takagi y juntos
empiezan a trabajar bajo el pseudónimo de Ashirogi Muto.
Y es este detalle lo que le da un tono romántico a la serie; el hecho de que los dos enamorados luchen por sus sueños por el deseo de estar juntos hace que se derrame mucha miel dejando, por momentos, caer la trama en un agujero lleno de cursilería. Y es que una cosa es que se amen y quieran ver realizadas sus metas, pero llegar al extremo de prometer no volver a verse hasta que esto suceda es poco realista.
Pero bueno, un anime no tiene que ser
realista, y esta cursilería se ve compensada con los muchos momentos cómicos que
hay dentro de la serie. Además, si realismo es lo que buscamos, Bakuman lo tiene,
sobre todo en lo que se refiere a crear un manga, pues este es el aspecto más
creíble y cautivador de la serie.
Mashiro y Takagi empiezan a
trabajar en varios one shots (pilotos) que presentan a la revista
Jack (parodia de la revista Shonen Jump), uno a uno empiezan a ser
rechazados por lo editores; lo interesante aquí es ver los argumentos que les
dan para rechazarlos, pues retratan la esencia de la industria del manga: el
perfil de los personajes que gusta a la audiencia, el tipo de historias que son
más populares, las encuestas que miden la popularidad de los mangas, los
aspectos que hacen que un manga logre convertirse en anime, etcétera. En pocas
palabras, Bakuman está plagado de consejos y lecciones de cómo hacer un
anime y que este sea exitoso.
Para seguir sobre esta línea, los
autores echan mano de un grupo singular de personajes: mangakas -ya sea
principiantes o consolidados- editores, ejecutivos, dibujantes, asistentes,
ayudantes y directores con los que nuestros protagonistas se irán topando a
medida que avanzan en su carrera; ellos son de gran ayuda para ilustrar en qué
consiste el mundo tan fascinante del manga.
Es ahí cuando la historia se
vuelve un ejemplo de intertextualidad, pues nos vemos sumergidos dentro de un
anime que habla de cómo se crea el anime (y el manga, claro). Las referencias a
animes famosos sobran, desde Dragon Ball, pasando por las famosísimas (y
larguísimas, lo que habla de su éxito) Naruto, One Piece y Bleach. El acierto de
Bakuman es mostrar cómo se da este proceso de creación, de concepción de una
historia que se abra paso entre la audiencia exigente de nuevos contenidos. Tan
sólo imagínense lo que es leer el manga y encontrarnos viñetas dentro de las
viñetas; o ver cómo los personajes ven cierto anime en la televisión, o
encontrar a los personajes leyendo la Shonen Jump, la revista en
la que de hecho se publicó Bakuman. Todos estos ejemplos de
intertextualidad hacen que el anime sea tan disfrutable y revelador, sobre todo
para aquellos que somos ávidos consumidores de anime y manga.
Aquí otro dato curioso, los
creadores de Bakuman son los mismos que hicieron Death Note; lo que hace
pensar que esta historia está basada en sus experiencias. Tsugumi y Takeshi
quizá al hacer Death Note se enfrentaron a los mismos problemas
que Mashiro y Takagi; a lo mejor estos personajes son una representación de
ellos mismos, lo que hace que todo adquiera otro significado, y que incluso la
historia sea hasta un poco biográfica, según algunos. Pero lejos de eso, Bakuman se convierte
en una especie de instructivo para todos aquellos que quisieran empezar a hacer
manga.
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