lunes, 13 de enero de 2014

Una buena madre


Los niños-lobo: Ame y Yuki (おおかみこどもの雨と雪 – Ookami kodomo no Ame to Yuki), trata de la vida de Hana, una mujer que, cuando era estudiante universitaria, conoció y se enamoró de un hombre que luego le confesaría que era un hombre-lobo. Sin que a ella le importara mucho, pues tanto lo amaba, se casaron y tuvieron dos hijos: una niña llamada Yuki, porque nació un día nevado, y un niño que nombraron Ame, porque nació un día lluvioso. Juntos, trataron de llevar una vida normal, en un pequeño departamento de la ciudad, prometiéndose que criarían a los niños para que, al crecer, pudieran decidir por sí mismos lo que quisieran hacer de sus vidas. Sin embargo, la muerte inesperada del hombre-lobo obligó a Hana a buscar un hogar lejano, donde cumplir esa promesa.

Sin necesidad de pensarlo mucho, ya podremos imaginarnos cuáles son las dificultades que Hana enfrenta durante los poco más de diez años que abarca la historia. ¿Qué hacer si los niños enferman? ¿Podrán ir a la escuela, tener amigos? ¿Cómo solventar los gastos, si no puede dejarlos al cuidado de nadie más? Con amor, creatividad y un poco de angustia, Hana va encontrando, una a una, las respuestas a sus interrogantes al tiempo que los pequeños Yuki y Ame van creciendo y descubriendo quiénes son.

El valor de esta historia está en la representación del amor maternal. Hana es la madre que cualquiera querría tener: amorosa, sensible, receptiva, paciente, prudente, firme, leal. Su presencia en la película, sin embargo, puede parecer sutil ante la explosiva vitalidad de los niños-lobo, especialmente Yuki, que un segundo están corriendo sobre dos pies y luego en cuatro patas, aullando y destruyendo cosas a su paso. Hana no es la madre heroica, que tiene que sacrificar su vida para afrontar la adversidad cotidiana de ser una madre viuda, oculta en las montañas con un secreto peligroso. Mejor, Hana es todo eso, pero lo más importante es otra cosa: es buena madre. Una que, sin darse cuenta, porque su amor es natural, deja en sus hijos una semilla benigna y saludable, que los acompañará en el futuro, que les guiará para saber cuándo y en quién pueden confiar y, sobre todo, cómo amar.

La historia de una madre es, también, la de sus hijos. Yuki y Ame, son, en esencia, tan parecidos como sus nombres (significan nieve y lluvia, respectivamente), pero diferentes en su naturaleza individual y en las experiencias que les sirven para reconocer el mundo al que pertenecen. Recuerdan poco de la vida en la ciudad, de su padre no tienen más que una fotografía; pero están profundamente conectados con su nuevo hogar en las montañas, al que se acoplan como si de su hábitat natural se tratara. Lo que son y lo que llegan a ser, son unas de las cosas más bellas que componen esta historia.

Ver esta película es asomarse a la vida cotidiana de esta singular familia, reír con sus ocurrencias, conmoverse con su cariño y anhelar, quizá con nostalgia, el amor de quien nos crió, quien supo escucharnos en silencio, nos ofreció sus brazos cuando estuvimos asustados o nos preparó una bebida caliente para hacernos sentir que estábamos en casa.

Los niños-lobo: Ame y Yuki se estrenó en junio de 2012 y fue dirigida por Mamoru Hosoda, quien es reconocido por la célebre La chica que saltaba en el tiempo ( 時をかける少女 – Toki wo kakeru shoujo).

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