domingo, 5 de agosto de 2012

EL REBAÑO QUE ASPIRA ROCÍO


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Mushishi es un anime que consta de veintiséis capítulos; estos veintiséis capítulos no guardan ninguna relación entre sí -cada uno cuenta una historia independiente, con su principio y su final bien delimitados-, sin embargo, hay una constante a lo largo de la serie: Ginko, experto en mushi, protagoniza cada uno de los capítulos. Él es un hombre que, por razones que no mencionaré, le es imposible asentarse en ningún lugar; su constante devenir lo lleva de un pueblo a otro, de aldea en aldea. Mushishi narra cómo en cada uno de estos lugares, Ginko hizo uso de sus habilidades como experto en mushi para ayudar a las personas que conoció en su viaje.


Un experto en mushi es aquel que conoce la existencia de los mushi y se dedica a su estudio. Los mushi son los seres más próximos a la esencia de la vida. Es como si ellos fueran un “desprendimiento” casual de la corriente original de la que  nace todo, de la fuente de vida en el planeta. Debido a su naturaleza etérea -sin cuerpo visible- los seres humanos somos incapaces de percibir su presencia, de no ser porque en algunas ocasiones interactúan con nosotros: nos enferman, nos producen sueños extraños, pueden mejorar o empeorar la cosecha, etc. (por estas razones algunos creen que se trata de fantasmas, pero no, se trata de manifestaciones de la vida, no de la muerte). Aquí es donde Ginko entra en acción. Él puede ver a los mushi y, si hay suerte, los puede controlar.



Los mushi no son buenos ni malos, simplemente son. Existen. Como cualquier día. Como un arcoíris o un diente en el paladar que podemos tocar con la lengua. Es maravillosa la manera en la que las cosas más comunes -insisto: un capullo, una hoja, un pez- ocultan una extraordinaria mitología. Esto es lo que hace Mushishi, trastoca lo cotidiano, convierte lo que las personas creemos saber del mundo en planteamientos extravagantes y divinos.

El capítulo seis para mí significa una crisis. Cada vez que lo veo termino llorando. Y no es por sentimentalismo. Es que de verdad ese capítulo retrata uno de los aspectos más dolorosos de haber nacido humano. A continuación, quiero hablar un poco al respecto. Si temes leer algún spoiler, creo que es momento de que detengas la lectura.

El rebaño que aspira el rocío (así se llama el capítulo 6, igual que esta entrada) comienza con la voz de una mujer que recita las siguientes palabras:

Hoy el sol sale y se pone de nuevo
la flor que floreció en la mañana se desprende de su tallo.
Hoy el sol sale y se pone de nuevo
las flores florecen por doquier
pero son distintas a las de ayer.

Ginko arriba a una pequeña isla. Ésta en su mayoría se constituye de acantilado, lo cual dificulta la navegación, la agricultura y la pesca: sólo un día al mes, cuando la marea lo permite, se puede entrar o salir de ahí. Ginko va a este peligroso lugar en respuesta a la solicitud de Nagi, un niño huérfano quien le pide que conozca al “dios viviente” y le de su opinión al respecto. Se supone que dicho “dios viviente” puede curar cualquier enfermedad, lamentablemente, su gracia no pudo salvar a la madre de Nagi. Y él duda. Una comunidad como la de aquella isla difícilmente podría sobrevivir a su pobreza y a las terribles adversidades de no ser por la ilusión que les provee la fe. Gracias a la religión que profesan es que hay quien puede sobrevivir a las hostilidad del territorio.



Ginko examina en secreto al “dios viviente”. Se trata de una niña, antigua amiga de Nagi, que cada tarde, al ocultarse el sol, envejece repentinamente hasta que su corazón se detiene. Horas más tarde, al amanecer, recupera la juventud y continua como si nada. Es incapaz de hablar. Su milagro es ese, vivir cada día para al anochecer morir y, después, volver a nacer. La gente piensa que si aspiran la esencia que profiere el cuerpo envejecido del “dios viviente” podrán curarse de cualquier mal. Al verla, Ginko determina que ella ha sido infectada por un mushi. Como no puede salir de la isla hasta el siguiente mes, se dedica a investigar una cura.

La visita de Ginko se mantiene en secreto. De hecho, Nagi es su único cómplice. Si el cabeza de familia (el padre de la niña-dios) supiera algo, sospecharía de ellos. El padre comercia con los milagros de la hija, obviamente, no le conviene que un extranjero llegue a meter la nariz en sus asuntos.

Finalmente, Ginko encuentra una cura. Al aplicarla en Akoya (“el dios viviente”) funciona a la perfección. Acuerdan mantener en secreto su recuperación. Días después, Ginko se entrevista con Akoya y le pregunta acerca de su salud. Ella responde que se siente terriblemente ansiosa, como “dios viviente” cerraba sus ojos al final del día con satisfacción. Sin embargo, ahora es horrible. Al despertar, siempre la espera la continuación de la realidad del día anterior: “las rodillas me tiemblan ante todo el tiempo que tengo por delante sin objetivo alguno que cumplir”. Ginko, comprensivamente, pero con objetividad, le responde: “El mushi que te infectó, alinea la noción del tiempo del animal que infecta con la suya propia. Su tiempo de vida es de un solo día”. Akoya, con tristeza, contesta: “Si intentaba pensar en algo no podía, mi corazón siempre estaba lleno”…

El capítulo continúa, lo que acabo de contar es apenas el principio. Conforme avanza la trama, vamos a descubrir que Akoya no es la única infectada, hay otras docenas de personas que viven excluidas, como grandes devotos, que también envejecen al anochecer y rejuvenecen al amanecer. Durante su estancia, Ginko los cura a todos. Y sin embargo, poco a poco cada uno de ellos, incluida Akoya,  vuelven a recaer. Buscan deliberadamente el infectarse de nuevo (aspiran el rocío en cierto tipo de flor que alberga al mushi) porque esa enfermedad los libera de cualquier atadura. Les permite tener vidas que duran un solo día. Y no necesitan más. Esa es la eternidad que eligen ser. Una de veinticuatro horas como máximo.

Al final, el personaje que peor la lleva es Nagi. Él es quien atestigua todo (y nosotros junto a él). Su madre continua muerta. Descubrió el fraude religioso en la isla y nada cambió. Akoya lo abandonó en el tiempo y, para colmo, tendrá que hacerse cargo de ella. Desde la eterna continuidad que le queda por delante, Nagi verá como Akoya muere y renace una y otra vez. La alimentará y verá por su necesidades mientras ella no será capaz ni de recordar su nombre. Ante los años que le restan a Nagi también están los que le restan al espectador, a uno mismo, y la pregunta es inevitable: qué se puede hacer, cómo se le da sentido a algo que no lo tiene, cómo se soporta la continuidad. El tiempo y la vida de los humanos no parecen compatibles. No lo son.

Ginko le hace una sugerencia a Nagi, le aconseja que él y la gente de la isla deberían de buscar la manera de poder pescar, de mantenerse ocupados.

El capítulo finaliza con la misma voz con la que comenzó, una mujer lee exactamente las mismas palabras del principio pero, agrega un último verso.

Hoy el sol sale y se pone de nuevo
la flor que floreció en la mañana se desprende de su tallo.
Hoy el sol sale y se pone de nuevo
las flores florecen por doquier
pero son distintas a las de ayer.
Y sin embargo, son igual de hermosas hoy.

3 comentarios:

  1. Por cierto, faltó decir que la creadora de este anime es Yuki Urushibara, mangaka multipremiada por sus originales ideas y el talento desarrollado en el arte de Mushishi.

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    1. Esto no lo sabia.. gracias por el dato. Habrá que seguir más de cerca a esta mangaka

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  2. Creí que era el único que sentía toda una explosión en el cuerpo al ver este capitulo en particular, sin duda mi favorito de toda la serie... también me pone a llorar

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