domingo, 7 de abril de 2013

La mezcolanza de Samurai Champloo




Leyendo el post de María recordé lo mucho que me gustan los samuráis, con todo y sus peleas con katanas. Animes de samurais hay muchos y muy buenos, pero ninguno tan peculiar como Samurai Champloo (2004), otra joya de mi ídolo Shinichiro Watanabe.

Ya antes he hablado (y alabado) el estilo de este director, que con CowboyBebop nos mostró de lo que es capaz, al valerse de la mezcla de géneros para contar una historia. Samurai Champloo no es la excepción, aquí mete a la licuadora las historias de samuráis, la época Edo, el graffiti y el hip hop; el resultado: una historia de aventura, acción y comedia, eso sí, llena de anacronismos.

“Este trabajo de ficción no es un retrato histórico exacto, no nos preocupemos y disfrutemos el programa”. Así inicia la historia, la cual nos ubica en el periodo Edo, para ser exactos en el periodo gobernado por el clan Tokugawa conocido como Shogunato Tokugawa. En esta época relativamente pacífica, donde se unificó al país devastado por las guerras de la era Sengoku y se adoptó una política de aislamiento frente al resto del mundo, situamos a nuestros tres personajes principales: Fuu, Mugen y Jin.


Fuu, una chica que trabaja en una casa de té, se ve envuelta en una pelea donde participan Mugen, Jin y los guardaespaldas del hijo del gobernador. Esta pelea, hermosamente coreografiada que da saltos y cambios de secuencia como si de  turntablism se tratara, termina por destruir el lugar; Mugen y Jin son capturados y condenados a muerte. Fuu los ayuda a escapar a cambio de que la ayuden a encontrar al “samurái que huele a girasoles”. Después de una espectacular huida  y cuándo Mugen y Jin se disponían a ajustar cuentas, Fuu los convence de ayudarla. Así inicia el viaje de estos tres, quienes se dirigirán al oeste de Japón en búsqueda del “oloroso” samurái, enfrentándose a diversos problemas y personajes.

Nuestros tres protagonistas crean un equilibrio necesario: Fuu, es una chica dulce pero muy aguerrida y decidida a la hora de enfrentar los problemas; ella sirve como amalgama entre Mugen y Jin y es la responsable de que no se maten a la menor provocación. Mugen es un samurái muy peculiar que usa una técnica de pelea que asemeja pasos de break dance, es egoísta, extrovertido y va por la vida buscando peleas innecesarias. Jin es todo lo opuesto a Mugen, es un samurái introvertido, disciplinado, y sumamente habilidoso con la espada.


Como dije antes, estos tres personajes, sin nada en común entre ellos, tendrán que aprender a convivir, viajando a través de un Japón donde los samuráis estaban en la cima de la pirámide social. Watanabe insiste en mostrar hechos históricos, como la rebelión Shimabara y el sistema Sakoku que expulsó a todos los extranjeros del país; además de mostrar las nuevas manifestaciones culturales que surgieron, como el teatro Kabuki, el teatro de marionetas Bunraku y las pinturas ukiyo-e. Sin embargo todos estos son mezclados con referentes de la cultura hip hop y el arte urbano neoyorquino.

Y es que Watanabe quizá encuentra relación entre el hip hop al más puro estilo del Bronx y el periodo japonés que vio surgir sus expresiones culturales más urbanas; es por eso que se puede percibir una semejanza entre los barrios neoyorquinos y los distritos japoneses de diversión donde se instalaron los teatros, las casas de té y los prostíbulos. Es así que el autor nos regala un periodo Edo lleno de graffiti, break dance y rap. Las peleas de samuráis entonces parecen ser amenizadas por los ritmos de un DJ.

Esta mezcolanza, este trastocamiento del contexto histórico, hace que la historia adquiera otros matices, y que los personajes adquieran otras dimensiones. Jim y Mugen fallan al concepto tradicional de samurái, pero en cambio adquieren un sentido del honor y de la amistad que se va construyendo a medida que avanzan en su viaje; podemos decir que son samuráis modernos en una época antigua. Fuu por su parte desafía el concepto de la mujer abnegada y sometida y tiene contacto con nuevas expresiones culturales que cambian su modo de ser y pensar; el viaje para ella es liberador y le quita las cadenas propias de su género.


Watanabe gusta de mostrarnos los viajes que enfrentan sus personajes. Si bien en Cowboy Bebop el viaje pareciera no tener un destino aparente, en Samurai Champloo toda la historia se desarrolla a partir de ese destino que tienen bien definido: encontrar al samurái que huele a girasoles. Es así que sus acciones se dirigen a alcanzar esa meta, y es precisamente esa búsqueda la que los mantiene unidos. Como era de esperarse, entre ellos surge un sentimiento de amistad y camaradería sin que esto los distraiga de su objetivo inicial. 

Al final de cuentas, el autor nos deja claro algo con sus historias, el destino del viaje es lo de menos, pues es el camino el que resulta aleccionador y revelador; el que los transforma y los hace crecer. Samurai Champloo reinventa el género de los samuráis, Watanabe lo mezcla como si de un DJ se tratara, no le importa la exactitud histórica; él nos muestra su visión particular de este periodo, él nos cuenta un viaje, y ese viaje es hermoso. 


2 comentarios:

  1. Cada capítulo es una historia en sí mismo, y puedes ver cómo evolucionan los personajes en ellos, de ser entes egoístas, a interesarse en los otros (aunque lo nieguen rotundamente). Me encanta esta historia. Y sobre todo, Mugen. <3

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  2. Mugen es genial, tiene grandes momentos. Lo amo <3

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