Personajes
arquetípicos. Una figura bastante común ¿no? Lo digo en serio, si me dieran una
moneda por cada vez que al salir del cine he escuchado decir que tal o cual
personaje es arquetípico, el boleto me saldría gratis. ¡Pues claro que son
arquetípicos! Más ahora que el denominador común de las salas de cine alrededor
del mundo son los superhéroes y los refritos.
Lo arquetípico no es precisamente algo malo. Se trata de una necesidad. Por ejemplo, cuando un escritor requiere de la simpatía del lector para con sus personajes, debe echar mano de ciertas convenciones en torno al ideal de qué es lo carismático, bondadoso, agradable, etc., y atribuírselas a los protagonistas de su historia. O viceversa, si lo que quiere es provocar la reprobación y el desagrado hacia el villano (supongamos que hay un villano en esta trama) deberá cargarlo de esa “memoria colectiva” de la que participamos los espectadores y que nos remitirá inmediatamente a lo que es vil, infame e indigno. Tal vez.
Digo tal vez porque no siempre se trata de que todo sea o blanco o negro. Ahí está Batman, el más apreciado de los superhéroes, oscilando entre el día y la noche, lo correcto y lo inevitable. Los personajes más queridos son así, fluctúan entre lo que se espera de ellos y las pruebas con las que el destino les golpea. Pero ojo, por norma, un personaje no puede ser completamente incongruente con el estereotipo en el que (tanto su personalidad como su rol dentro de la historia) es enmarcado. De ser así, no lo comprenderíamos; tratar de ser empáticos con él sería artificial y agotador cuando lo ideal es que los personajes nos sean entrañables de inmediato. Familiares. Ni más ni menos.
Así sucede que, uno de los fenómenos más interesantes de observar sea cuando una historia es lo suficientemente buena como para modificar al arquetipo. Cuando nos lleva al límite de perdonarle al héroe decenas de asesinatos brutales por honorable venganza o; cuando queremos que el villano sea exitoso y que además tenga buenos amigos y una amante menos monstruosa.
Lo arquetípico no es precisamente algo malo. Se trata de una necesidad. Por ejemplo, cuando un escritor requiere de la simpatía del lector para con sus personajes, debe echar mano de ciertas convenciones en torno al ideal de qué es lo carismático, bondadoso, agradable, etc., y atribuírselas a los protagonistas de su historia. O viceversa, si lo que quiere es provocar la reprobación y el desagrado hacia el villano (supongamos que hay un villano en esta trama) deberá cargarlo de esa “memoria colectiva” de la que participamos los espectadores y que nos remitirá inmediatamente a lo que es vil, infame e indigno. Tal vez.
Digo tal vez porque no siempre se trata de que todo sea o blanco o negro. Ahí está Batman, el más apreciado de los superhéroes, oscilando entre el día y la noche, lo correcto y lo inevitable. Los personajes más queridos son así, fluctúan entre lo que se espera de ellos y las pruebas con las que el destino les golpea. Pero ojo, por norma, un personaje no puede ser completamente incongruente con el estereotipo en el que (tanto su personalidad como su rol dentro de la historia) es enmarcado. De ser así, no lo comprenderíamos; tratar de ser empáticos con él sería artificial y agotador cuando lo ideal es que los personajes nos sean entrañables de inmediato. Familiares. Ni más ni menos.
Así sucede que, uno de los fenómenos más interesantes de observar sea cuando una historia es lo suficientemente buena como para modificar al arquetipo. Cuando nos lleva al límite de perdonarle al héroe decenas de asesinatos brutales por honorable venganza o; cuando queremos que el villano sea exitoso y que además tenga buenos amigos y una amante menos monstruosa.
Yo quise a Gon antes que a Hunter X Hunter. Todo por no poder superar el prejuicio erróneo que me inventé acerca de la trama (creí que era de cazadores mágicos o algo así), y sin embargo, Gon -el personaje principal en Hunter X Hunter- fue mi amor a primera vista. Los primeros capítulos me pareció que él era el estereotipo perfecto (sí, perfecto) del niño de corazón puro, con muchísimo potencial y determinación por delante. Era perfecto porque era creíble. Su bondad interactuaba airosa en escenarios complejos, me mostraba moralejas y enseñanzas sencillas pero bonitas. Capítulos más adelante -lógica inseparable a las buenas series-, la trama fue complicándose hasta enfrentar a Gon con situaciones tan problemáticas y tan dolorosas que ningún otro personaje “similar” que haya visto en mi vida habría podido superar con el encanto sobrado con el que Gon lo hizo.
Es un grave error pensar que Gon nada más sabe ser sincero y que siempre gravita el planeta de las buenas intenciones. No, Gon cambia. Cada experiencia le enseña algo nuevo, su personalidad evoluciona, su identidad se adapta. Gon no puede ser subestimado ni por sus enemigos ni por el espectador porque, ese chiquillo de doce años, es un gran seductor.
Un seductor al grado de confundir al público respecto al arquetipo al que pertenece. ¡Es tan hermoso! En realidad se trata del arquetipo vacío de arquetipo. Gon puede ser cualquiera. Y aún así, hay algo en él que alimenta mi alma de un dulce optimismo (la fórmula infalible del “todo va a estar bien”) que deleita cada uno de mis sábados (la serie aún está en transmisión).
La verdad es que Hunter X Hunter es una serie vieja. En 1999 fue producida por Nippon Animation y la historia finalizó en el capítulo 62. Yo no vi este anime (bueno, lo intenté cuando alcancé la transmisión del nuevo Hunter X Hunter y quería ver más, pero me contuve: el remake me pareció mucho mejor y no quise arruinarlo con algún spoiler del anterior; preferí esperar, básicamente, se trata de la misma historia). Fue hasta el año pasado que la casa productora Madhouse estrenó una nueva adaptación, Hunter x Hunter 2011. A la fecha, vamos en el capítulo 49.
Hace rato dije que quise a Gon antes que a Hunter X Hunter. Espero no haber provocado un malentendido con esa frase. El argumento de Hunter X Hunter es una cacería de proporciones grandiosas en la que el choque de fuerzas o la persecución de una presa son el pretexto constante para un guión congruente, sólido, entretenido e inteligente. Kurapika, Hisoka, Killua, Senritsu, Tonpa, Ubogin… el diseño de los personajes, por general, no suele ser menos que brillante.
No
quiero decir que este es mi anime favorito, es injusto. Pero dejémoslo en que
tiene a mi personaje preferido. Esa figura arquetípica y familiar que
representa lo que uno hubiera querido
ser. La ficción que encarna un ideal.
No veo nada malo en que te agrade primero un personaje y luego su serie, es mas puedes amar un personaje y odiar su serie.
ResponderEliminarPersonalmente vi la serie vieja y no he visto la nueva (también sigo el manga), aunque tengo una aversión a los protagonistas en general.
Para conveniencias podrian checar tvtropes, no sirve de nada pero te diviertes.
Hola. Yo no leo el manga ¿me lo recomiendas?
ResponderEliminarDel primer Hunter vi hasta el capítulo 15, no es mucho, pero no tiene comparación lo que vi con hunter x hunter 2011: el nuevo es mucho mejor. Sobre todo estos últimos capítulos han sido buenos, lo de las personalidades está muy bien llevado.
n_n
Si y no.... si haz visto un rant de freud sobre x de clamp sentiras algo igual, el autor tomo un break de 3 años luego hizo 2 capitulos y tomo otro break de año y medio...
ResponderEliminarEs bueno de menos hasta greed island luego a mi juicio decae un poco.