Si el
cuerpo y la mente no se han entrenado lo suficiente, la capacidad de razonar la
información que perciben los sentidos se empobrece; ni siquiera se puede concebir
su alcance y potencial para el crecimiento personal. Olfato, oído, tacto, gusto
y vista, cada uno de nuestros sentidos establece una relación muy particular
con nuestro pensamiento, con la voz que gobierna nuestro mundo interior. Si
dicha relación es fuerte y se le hace consciente, nuestros sentidos pueden
mejorar, evolucionar a lo largo de una misma vida; de suceder lo contrario, se
irán marchitando hasta la muerte.
Olfato:
si un aroma guarda un recuerdo especial en nuestra memoria será mucho más fácil
de identificar y rastrear. Por ejemplo, el árbol huele de noche; su aroma es inconfundible, quien lo conoce lo
percibe como algo sólido -además de ser capaz de localizarlo aún en la
oscuridad-. Los aromas guardan información que les es propia. Los aromas guardan
recuerdos y estimulan la memoria; contienen un sinnúmero de asociaciones
únicas, personales. El olor también funciona como una convención social de lo
limpio, lo agradable, lo podrido o repugnante.
El
oído es un sentido muy selectivo. Uno puede ignorar los sonidos, peor aún, su sentido
o significado. Es increíble como todos hemos estado en la siguiente situación:
en un restaurante, nos atrapa la conversación que ocurre en la mesa de a lado,
a pesar de la distancia, si el murmullo de las voces vecinas engancha nuestra
atención, comprenderemos mejor lo dicho allá que lo pronunciado en nuestra
propia mesa. El oído se puede direccionar por medio del pensamiento. Nuestra
atención en el sonido afina nuestra capacidad para escuchar.
El
tacto. Yo doy masajes. Lo hago por la experiencia que registra la memoria
táctil. Solo cuando se atiende con conocimiento el sentir del cuerpo se puede
hacer algo por sanarle y fortalecerle; por equilibrar los flujos de energía que
le dan habilidad. Cuando recibo un masaje y alguien toca mis pies
(circunstancia a la que pocas veces nos exponemos pues, pocas veces recibimos
masaje en los pies -y si lo hacemos no es de forma profesional-) mantengo los
ojos cerrados, así puedo ver las luces que se encienden en mi cerebro. Es como
si se tratase de un encefalograma: veo el calor, la movilidad, el dolor, la
flexibilidad en cada pie y comparo: ¿cómo fue en el derecho, cómo en el
izquierdo? Los días posteriores trato de restablecer la simetría en los
hemisferios cerebrales por medio de ejercicios con el cuerpo. ¡Porque las dos
mitades del cerebro son complementarias, ninguna debe entorpecer a la otra, al
contrario! Normalmente, diferentes habilidades o funciones se hallan
distribuidas predominantemente en alguno de los dos hemisferios pero, se dice
que cuando somos pequeños, no está determinado de qué lado estarán. El habla,
por ejemplo, en la mayoría de la población se localiza en el hemisferio
cerebral izquierdo pero, de haber alguna lesión (o algún otro condicionante)
puede reubicarse del lado derecho.
El
gusto, hay algo que siempre me gusta compartir respecto al sentido del gusto.
Se dice que la comida hindú se caracteriza por una combinación muy bien
equilibrada de los diferentes sabores (dulce, salado, ácido, amargo y picante).
Es importante consumirlos todos en una misma comida para que la zona que cada
uno de ellos estimula en el cerebro no se quede apagada. Hay que llevar luz a
la mente de una forma u otra.
Finalmente,
la vista. Ver está estrechamente relacionado con pensar. La vista trabaja en
mancuerna con el cerebro. Lo que se ve se puede interpretar. Lo que se ve es
información para nuestro cerebro. Además, la vista es uno de los sentidos de
mayor alcance; si uno sabe ver, muy pronto podrá deducir qué está pasando, de
qué van las cosas que presenciamos en el mundo. Saber leer a la gente, su forma
de mirar (o más simple, de vestir) es algo que se puede entrenar, enriquecer
con los datos de nuestro archivo mental. Cuando Sherlock Holmes juzga a un
desconocido a primera vista, su capacidad de observación parece magia pero,
sucede que Holmes no solo observa, sino que tiene un sentido de deducción muy
agudo; sabe trabajar la información que le ofrecen sus ojos en conjunto con su
bagaje de sabiduría personal.
Estos
son algunos de los ejemplos más sencillos del trabajo colaborativo entre la
mente y los sentidos. Si uno entrena la mente, idealmente, debería de entrenar
el cuerpo. Y viceversa. El mundo exterior -el mundo de los sentidos- se
complementa del mundo interior -el de la mente, el del yo, el de la experiencia-.
Un universo nació con nosotros. Un universo
morirá con nosotros. Todo aquello de lo que somos capaces conforma la
historia de nuestra cosmogonía personal.
Si
no contamos con el privilegio de conocer un maestro (un guía respetable), sólo
nos tenemos a nosotros mismos. Lamentablemente, al desarrollo personal lo
dirige la experiencia y, si las circunstancias que rodearon nuestro nacimiento
no fueron las más propicias, ese desarrollo se puede ver coartado e incluso
suprimido. Lo que debiera ser bueno, resulta algo malo. Aunque siendo más
precisa tal vez deba decir: lo que debiera ser amigable, resulta ser áspero.
Pero vaya, ¡hay otros caminos!
Por
eso mis animes favoritos son aquellos en los que hay guerra. Porque la guerra
es hostil y la habilidad de los enemigos amerita que o uno crezca o que pierda
la vida frente a los más fuertes. El enemigo es el mejor maestro, superarle
obliga -sin reservas- a ser mejor. Un guerrero digno (un contendiente, un
competidor, una persona cualquiera) es aquel que domina su cuerpo y su mente
bajo situaciones de absoluta tensión; que es capaz de utilizar todos sus
sentidos a su favor.
Encontré
un anime de guerra en el que puedo deducir un proyecto de desarrollo personal
fantástico; acompañar al protagonista en su lucha y verle superarse así mismo
obliga al espectador a plantearse qué haría de encontrarse en la misma
situación. Por eso me gusta, es como un tutorial hacia el desarrollo y la
superación personal (este tipo de narrativas abundan en Japón).
El
anime en cuestión se llama Shingeki no
Kyojin. Es una historia de gigantes que devoran humanos (las últimas
personas en el planeta se encuentran atrincheradas en ciudades de muros
altísimos que contienen a los gigantes pero que, a su vez, condenan a la
humanidad al encierro y al peor escenario para la guerra). Al enterarme que este
anime era de gigantes me desanimé un poco, pensé que era una idea algo simplona.
Después lo entendí: ¿hace cuánto que no se cuenta una
historia de gigantes, esos seres primitivos de tan peligrosos y tan grandes? (La
última que yo escuché se escribió hace siglos…) Lo interesante, entonces, es
que enfrentarse a algo tan brutalmente grande obliga al ser humano a superarse
a sí mismo, a crecer (aunque sea en un sentido metafórico). Shingeki no Kyojin promete una narrativa
tipo tutorial sobre la épica de superarse a uno mismo. De morir sabiéndose
otro diferente al que se era.
Este
anime todavía está en transmisión, es decir, nos está pasando a todos ahora
mismo. Voy en el capítulo 7. Acompáñame.
P.D.
Desde el 2011, Shingeki
no Kyojin está en el top 10 de los mangas más vendidos en Japón. Es una
locura si piensas que está hombro con hombro con los mangas que llevan años en
el mercado y tienen millones de fans en todo el mundo. Es un fenómeno.
Ah, por cierto, si lo ves, pon atención al cielo. ¡Qué dibujo más bello! Puras nubes
como las soñadas. Un anhelo.
Y a los problemas sociales.
Y a los problemas sociales.
La política, según Foucault, es la guerra hecha por otros medios (no bélicos). Y nosotros somos animales políticos, siempre estamos en guerra. No es necesaria la violencia bélica para "crecer" o "superarse" o para encontrar a un gran guerrero.
ResponderEliminarDe todas maneras Shingeki no Kyojin es muy entretenido.
Anónimo conocido.
Siempre la eh considerado como anime algo sobrevalorada, yo sigo más mangas entre varios este. Lamentablemente la serie no va muy adelantada y sera manipulada para hacerla mas comercial.
ResponderEliminarPor otra parte intenta Eden no ori es parecida y a mi juicio mejor (manga)
Gracias! Me encanta leerte, sigue escribiendo por favor.
ResponderEliminar