La
siguiente reseña no contiene spoilers.
Esta
es una película que puede ver cualquiera. No se trata de una exclusiva de
quienes conocen la historia de Dragon Ball. Eso sí, quienes hayan seguido la
historia desde niños -cuando estaba de moda- se reencontraran con un placer de
antaño: anclas extrañas en el pensamiento de una mitología que, a casi veinte
años de su transmisión por televisión, aún continúa en desarrollo.
¿Cómo
le sienta el tiempo a una historia que no solo es vieja (su publicación comenzó
en 1984) sino que, todavía más curioso, su producción no se ha detenido durante
todos esos años? Este es un fenómeno tremendo; por encima de lo populares que
se han vuelto las series norteamericanas en años recientes y el seguimiento
anual al que obliga el estreno de sus temporadas, los consumidores de anime
hemos experimentado desde hace mucho el apego, el acompañamiento temporal de
una historia de ficción paralela a la vida. Sorprende pensar que el Goku que
protagoniza esta película (La Batalla de los Dioses, Kami to Kami) tiene la misma edad que los espectadores que lo
conocieron de niño, cuando ellos también eran niños.
Entonces,
¿qué sucede durante todo este tiempo narrativo y humano? ¿Cómo es que se
mantiene viva una historia de estructuras tan simples (porque tampoco hay que
mentir, sabemos que Dragon Ball gira a partir de una premisa que no hace más
que repetirse una y otra vez: aparece un enemigo más fuerte que Goku, y Goku
entrena hasta que lo derrota; aparece otro enemigo que de nuevo es más fuerte
que Goku, y de nuevo Goku entrena hasta que lo derrota, etc.)? No sé, tal vez
sea momento de aceptar que la vida también es simple en cuanto a sus patrones y
que, por el puro hecho de envejecer, los retos o los enemigos también son más
terribles cada vez.
Sin
embargo, hay dos cosas que vi en la Batalla de los Dioses que, de igual forma,
han sido una constante en Dragon Ball y que no por eso cansan o aburren en su
repetición, al contrario, su presencia persistente juega a favor, es expansiva
porque está en desarrollo, acumula eventos y crece con ellos.
Primero:
la amistad. Además de Goku, la única que aparece a lo largo de todo Dragon Ball
como personaje relevante (desde el primero hasta los últimos capítulos) y con
apariciones clave, es Bulma. ¡Esos dos son amigos desde niños! Y, aunque Bulma ya
está casada y tiene un hijo, el trato que tiene con Goku revela una confianza
muy bella. Goku y Bulma, más allá de su desarrollo como personajes
individuales, juntos son algo, juntos vuelven (una y otra vez, pase lo que
pase) a la dinámica juguetona que tienen desde la primera vez que se vieron. No
sé ustedes, pero a mí me refresca el corazón estar frente a una historia que
cuenta una amistad tan larga, entre un hombre y una mujer que se quieren así,
como compañeros.
Segundo:
el orgullo. Los saiyayin -raza extraterrestre de guerreros a la que pertenece
Goku- suelen tener como fuente y motivo de sus peleas al orgullo. Si bien
Goku se enfrasca una y otra vez en batalla para proteger al mundo, la verdad es
que aguanta bien los golpes y lleva su poder al límite por motivos personales. En la
Batalla de los Dioses el orgullo de los saiyayin toma una nueva dimensión: no
es que no pueda haber nadie más fuerte que los saiyayin, es que su camino es así, Goku
siempre quiere ser mejor, siempre está dispuesto a aprender. Visto de esta manera, la derrota no está en
la guerra, la derrota está en uno mismo: en la pérdida del orgullo.
No
diré más, es suficiente con aludir estas dos dimensiones: en la historia
ficticia florece la amistad y el orgullo madura, si eso -a la par- ocurriera en la
vida de cada espectador, ¡vaya! tal vez sea más que suficiente como experiencia de vida plena.
Para
cerrar, la verdad es que no es una gran película, ni novedosa ni imperdible,
pero se le puede mirar con muy buenos ojos. En México, es la primera vez que
veo anime en una sala de cine, lo cual me habla de la rentabilidad de la
película: por fin, los espectadores de Dragon Ball llegamos a la edad en la que
por medio de nuestro poder adquisitivo exigimos de vuelta nuestros caprichos
infantiles, en pantalla grande y hasta con las voces del doblaje original.
Además,
lo obvio, ¡cuantos recuerdos! Esta historia está enterrada lejos en la memoria de
los que la conocen desde la infancia; y para los que no, su exotismo no carece
de sentido. El autor de Dragon Ball, Akira Toriyama, es un hombre hábil e
inteligente, ha podido mostrarnos cómo establecer asociaciones poderosas entre
monos, extraterrestres, dioses, universos, planos dimensionales, planos
temporales y entre la vida y la muerte.
P.D.
Apunte para conocedores: La Batalla de los dioses corresponde a los capítulos
del manga 517 y 518 (la década en blanco entre Dragon Ball Z y GT). Se trata de
un relato dentro de la historia oficial de Dragon Ball sin ser un spin-off o
una historia paralela.
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