Creo que por posts anteriores que escribí, se podrán dar cuenta que soy una gran
fan de Hayao Miyazaki y del estudio Ghibli en general. Pero, más que una otaku que se
dejó arrastrar por la ola de fanáticos que generó este cineasta a partir de su película El
viaje de Chihiro (2001), me gustaría que pensaran en mí como una persona a la que las
películas de Miyazaki le cambiaron su forma de percibir la belleza en el mundo.
Suena exagerado, lo sé, pero lo cierto es que Miyazaki tocó mi corazón de formas
en que no había sido tocado: sus personajes, sus historias, sus trazos, su arte, todos y cada uno de los elementos que conforman su trabajo me
abrieron los ojos a un cine tan bellamente dibujado y narrado que me conmovía con tan sólo
mirarlo.
La primera película que vi de Miyazaki fue El Increíble Castillo Vagabundo (2004); estaba sola en una sala donde nada más había tres personas. Al ver todos esos paisajes, esas
escenas coloridas, ese castillo moviéndose al vaivén de una máquina de vapor, me di
cuenta que estaba frente a algo único: la obra de un artista, pues sólo un artista
puede mover tantos sentimientos en una sola toma.
Después de ese primer acercamiento seguí consumiendo casi toda su filmografía
(creo que a esta nerd sólo le falta ver Nicky, la aprendiz de bruja), todas obras
excepcionales que cuentan con el sello de su autor, porque Miyazaki tiene esa
habilidad, porque detrás de cada paisaje, de cada nave voladora surcando un cielo
azulado, de cada personaje entrañable, podemos verlo a él, podemos saber que es él
quien nos habla, pues su vida fue contar las historias en su cabeza.
En una ocasión vi un especial de cómo se había hecho El viaje de Chihiro -quizá la más
conocida al ser la ganadora de un Óscar- fue impresionante ver cómo Miyazaki revisaba
uno a uno los dibujos que formarían cada cuadro de la película: perfeccionista,
dedicado, vigilante hasta del más mínimo trazo. Pero también se veía al Miyazaki
bromista, el que le prepara ramen a todo su equipo después de una jornada de trabajo;
al Miyazaki que habla de sus películas con la misma pasión con la que se cuenta un
recuerdo.
Hace poco, Hayao Miyazaki anunció su retiro en el festival de cine de Venecia, sin
duda una noticia triste para todos los que seguimos su trabajo; Miyazaki nos ha regalado tantas
historias que creímos -ingenuamente- que siempre estaría ahí. Pero no. Kaze Tachinu
(traducida como Se levanta el viento o The Wind Rises) será su última película. El
estudio Ghibli pierde uno de sus pilares más importantes y nosotros uno de nuestros
animadores más queridos. Pero ¿cómo exigirle más al hombre que nos ha dado tanto?
Es triste, sin embargo aún nos queda de consuelo Kaze Tachinu y todas sus demás obras (más las otras joyas que seguramente seguirá produciendo el estudio Ghibli).
La buena noticia es que está por estrenarse un documental de la directora Mami
Sunada, titulado Yume to Kyōki no Ōkoku (The kingdom of dreams and madness).
Aquí podremos ver a Miyazaki trabajando en Kaze Tachinu, a Isao Takahata en su
filme Kaguya-hime no Monogatari (The tale of princess Kaguya) y a Toshio Suzuki
produciendo ambos proyectos. Gracias a la cámara de esta directora, quien se mete
hasta las entrañas del estudio Ghibli, apreciaremos a estos tres haciendo su magia
en la intimidad de sus estudios, todo el proceso creativo que sin duda ha de ser una
delicia presenciar. Este documental se estrenará en noviembre, en Japón. Ojalá pronto
podamos verlo (descargarlo) por acá.
Miyazaki nos da para mucho, cada una de sus películas sería material
suficiente para varios posts. Por ejemplo, a mí me gustaría escribir de cómo sus filmes
están plagados de mensajes pacifistas y ecologistas; de como algunos de sus trabajos
contienen una fuerte crítica a la guerra y al consumismo; o de como es uno de los que
ha creado los personajes femeninos más memorables y auténticos dentro de la animación, fuertes
y con presencia, Miyazaki es un feminista, pues. Aunque, por el momento, sólo le dedico estas líneas como
desahogo ante su partida, la cual dejará un gran hueco en este corazón que cautivó
hace unos años. Adiós a mi más grande hacedor de sueños.
El Castillo Vagabundo contiene algunos modelos, algunas aspiraciones fantásticas con las que todavía sueño (y probablemente lo seguiré haciendo hasta la muerte).
ResponderEliminarLe debemos mucho a Hayao. Hagamos un maratón en su honor. Es un hombre con quien estar agradecidas.