Hay
sucesos en la vida que son invisibles a los ojos en el momento que ocurren y
solo se revelan hasta pasado un tiempo en el que vuelven a manifestarse como clave
para un proceso caro al espíritu.
El
final de la saga de las hormigas de Hunter x Hunter es un buen ejemplo. Cuando
lo vi supe que era algo impresionante. El día de hoy descubrí que, además, esa
historia se ha convertido en una representación íntima del honor, y por tanto, en
un referente desenfadado al cual volver cuando necesito recordar el sentido del
honor.
Soy
una clavada. Supongo que esto es ser otaku y aceptar la ficción como realidad.
* * *
La
saga de las hormigas (la cual finalizó hace un par de semanas) plantea el
siguiente escenario: entre las hormigas quimera ha nacido un ser supremo. Un
rey seleccionado por ley natural.
Las
habilidades intelectuales y físicas de El Rey son inalcanzables para cualquier
otro ser vivo en el mundo. Los humanos, de no hacer algo, están destinados a la
esclavitud, por decir poco; en realidad están condenados al exterminio frente a
una fuerza depredadora superior. Y sin embargo, las fuerzas defensoras de la
humanidad comandadas por Netero sama han de sacrificar su vida en la batalla
por todo tipo de motivaciones emocionales
que poco tienen que ver con el bien de la humanidad. A su vez, también parecen
llamadas por el destino, sus vidas están enlazadas con la existencia de El Rey.
La
manera en que se narra esta batalla, en lo abstracto, se parece mucho a la
épica de un tablero de Go, de Ajedrez y de Gungi:
Estrategia.
Movimientos. Disposición del tablero. Interpretación. Anticipación. En la
batalla final converge la historia de toda la humanidad. Es imprescindible que
luchen aquellos que poseen lo mejor que hay en el guerrero humano. Los más iluminados
a pesar de sus dilemas, del signo que los rige. En esta batalla se requiere de
profundas meditaciones llevadas a la práctica simultáneamente.
Dicha
condición de relatividad entre el pensamiento y los hechos es una delicia en la
forma narrativa que adopta Hunter x Hunter…
Una
vez dispuesto el tablero, el campo de batalla y sus condiciones, no hay que
perder de vista que El Rey no es un símbolo fijo. Sus abrumadoras habilidades
de aprendizaje al interactuar con las emociones humanas terminan por
“contaminarse” y, entonces, se revela que aunque su naturaleza es la del
gobernador absoluto también es un ser piadoso, capaz de amar. El Rey no nació
humano, pero el desarrollo de su personalidad lo transforma en algo humano. De
cualquier forma esta faceta de El Rey se manifiesta hasta después de haberse definido
el curso de la batalla, cuando los hechos ya se han consumado y es irrelevante
para el resultado material de las cosas.
De
tal forma, la épica de Hunter x Hunter planta sus raíces en la transformación
del ser, en el pensamiento filosófico: si en toda su perfección El Rey pudo
reconocer el valor de las emociones humanas, ¿esto quiere decir que la clave de
nuestra naturaleza evolutiva radica en los matices del corazón?
* * *
A media
tarde caminaba por la calle cuando me dije a mí misma: “tienes que ordenar tu
pensamiento bajo un supuesto de rectitud. El hilar de las ideas en tu mente
debe de seguir un patrón, un cauce que desemboque en algo divino, ¿por qué
habrías de soportar ser otra cosa, sin sentido, abrumada por el dolor y los
deseos? Al parecer, cuando se guarda en el corazón el amor a Dios, no se
traiciona la existencia. Todas las pruebas del azar toman forma ante el
espíritu que ha encontrado una medida para la existencia. Así no se va a la
deriva, y no se tiene miedo, y cuando quieres explorar más allá de los límites
conocidos tienes una forma de encontrar la luz allá contigo a donde quiera que
vayas. Como en Hunter x Hunter.”
* * *
El
párrafo anterior probablemente solo tenga sentido para mí. Revela a qué grado
la ficción es una realidad lúcida en los procesos que conforman mi identidad
personal. Por otro lado, bien podemos pretender que es prueba de que Hunter x
Hunter es una joya, anime que inspira al cambio, a la transformación.
Escribo
este post semanas después de haber visto el final de la saga de las hormigas.
Este tiempo es relativo, me parece que concuerda con el tiempo que tardé en
siquiera poder observar y medio comprender la transformación de El Rey, aquél
ser divino que evoluciona más rápido que yo y que cualquiera.